¿Soy aspiracionista, hipócrita y clasista?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Me sorprende que ahora se generalice que quienes estudiamos entre los gringos lo hicimos para aprender a robar, a ser cínicos y ojetes.

Entre 1994 y 1999 estudié licenciatura en Letras en la colonia Hidráulica de la capital zacatecana. El camino fue oblicuo: cursé un cuarto año de preparatoria en mi pueblo, Jalpa, porque este sistema educativo nacional no reconocía los tres años de estudio que realicé entre seminaristas de Guadalupe, Zacatecas. Eso cuando un 30 de junio terminé de intuir que mi futuro podía no encontrarme dentro de una sotana o alba.

Me fue muy bien en los dos semestres jalpenses: sólo la profesora de Filosofía rechinaba dentadura al verme, porque en mi primera semana como alumno suyo osé dar clases de etimología dentro de su clase. También por eso no quiso exentarme del examen final.

Como quiera, mi boleta terminó impecable, y con mucha confianza me presenté en Aguascalientes al examen de admisión de la Escuela Normal Superior de esa entidad. Eso porque entonces deseé convertirme en profesor de Ciencias Sociales de alguna escuela secundaria.

El lunes 5 de septiembre de 1994 publicarían la lista de candidatos admitidos, por orden de calificación. El jueves 1, sin embargo, fui convocado por el subdirector, quien extraoficialmente me dio dos noticias. La primera: yo encabezaba esa lista. La segunda: “Esta Escuela Normal es, sobre todo, para provecho de nacidos en Aguascalientes. Usted, lamentablemente, es zacatecano, y los 35 aspirantes que le siguen en la lista y ascenderán sobre usted en preferencia, son de aquí. Si tiene segunda opción, vaya recurriendo a ella”.

En la madrugada del lunes llegué con incertidumbre a la central camionera. Iría a Zacatecas: me dijeron que la carrera de Historia estaba en la UAZ. Horas después, descubrí con gusto que Letras era licenciatura contigua.

Cuatro días después de titularme, en 1999, ingresé a la Universidad de Texas en El Paso. Estudié dos años y medio en EE.UU. no por ultraderechista o “aspiracionista”, hipócrita y clasista, como ahora se acusa, sino porque la especialización que buscaba —Maestría en Escritura Creativa— estaba sólo allí. Para pagar mis estudios trabajé como mesero, cantante y pizcador de uva.

Me sorprende que ahora se generalice que quienes estudiamos entre los gringos lo hicimos para aprender a robar, a ser cínicos y ojetes. Acaso al fustigar, quienes lo hacen no consideran que no todos los egresados de allá nacimos empuñando cuchara de plata, que no todos estudiamos Economía y que más bien pudimos tener sobresaltos y desviaciones que nos llevan a ser quienes somos, con las mejores intenciones en todo momento.

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