Soluciones mágicas

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

En muchos países, la epidemia de Covid19 ha penetrado entre sus poblaciones. Han entrado en una fase endémica que, se verá, implica una gestión especial. Otra es la situación de unos pocos países, principalmente asiáticos (Vietnam, Singapur, Taiwán, China, Corea del Sur), que parecen haber tenido éxito, no sólo en la extinción de la primera … Leer más

En muchos países, la epidemia de Covid19 ha penetrado entre sus poblaciones. Han entrado en una fase endémica que, se verá, implica una gestión especial. Otra es la situación de unos pocos países, principalmente asiáticos (Vietnam, Singapur, Taiwán, China, Corea del Sur), que parecen haber tenido éxito, no sólo en la extinción de la primera ola, sino también en controlar rápidamente las recaídas epidémicas.

En su libro Urgence Sanitarie, Eric Caumes, del departamento de infectología del Hospital de la Pitié-Salpetriere, traza la lista de países que mejor han logrado controlar la epidemia de Covid-19. En la punta está Vietnam, un país con 95 millones de habitantes y no muy rico. Ahí, escribe Caumes, la respuesta fue “rápida y significativa” y “con aislamientos rigurosos”. “Adicionalmente –añade- Vietnam utilizó las mismas recetas que sus vecinos asiáticos, y, un poco más tarde, el resto del mundo” (excepto México): “probar, trazar, aislar”, y una política de información pública clara y coherente.

Debido a que la inmensa mayoría de las regiones en México no han sido capaces de poner en marcha una estrategia verdaderamente eficaz basada en “ probar, trazar, aislar “, nos vemos enfrentados a una segunda ola que promete ser más intensa que la primera. Habría sido posible mitigar el alcance de esto si nuestras autoridades sanitarias hubieran seguido, a la letra, las alertas de los diversos grupos de expertos en el mundo que predijeron hace meses que se observaría una segunda oleada de brotes en otoño y el invierno con un impacto mayor que la primera. No debería haber sorpresas ni lamentos.

Los científicos del mundo pidieron que este período interapical se utilizara para corregir las deficiencias en términos de rastreo de contactos y aislamiento de casos y resulta que cuando los gobiernos apreciaron que la famosísima curva bajó se pusieron estas recomendaciones científicas en el fondo de un cajón. Hoy en día, parece que no hay más remedio que reconfinar a la población. Pero lo peor sería imaginar que esta medida excepcional es suficiente: a costa de pobreza y sufrimiento, eventualmente ralentizaremos la velocidad de la circulación del virus. Pero ¿entonces? ¿Qué va a pasar? ¿Vamos a fingir de nuevo que el asunto está resuelto?

En buena parte del mundo, la situación endémica durará mientras no tengamos vacunas eficaces y seguras, lo que tardará varios meses en el mejor de los casos. Todos los expertos coinciden en que la segunda ola será más fuerte que la primera, a pesar de que se usen cubrebocas de manera obligatoria, las reglas de distanciamiento y las aglomeraciones.

Los problemas vienen no porque sea seguro que el virus tenga una mayor agresividad con el frio -al respecto las opiniones difieren-, sino, más prosaicamente, porque cuando hace frío nos metemos en lugares cerrados, especialmente en nuestros hogares, donde también viven los “adultos activos”, que suelen tener entre 30 y 65 años, los que suben al transporte público, hacer mandados, cuidan de sus hijos y padres. Son el vector preferido de contaminación de los mayores porque cuidan de ellos. Estos jóvenes deben ser objeto de toda atención, y sin embargo, casi nunca se habla de ellos.

La experiencia mundial muestra que los países que adoptaron medidas de contención más drásticas tienen peores resultados que aquellos que se hicieron pruebas y rastrearon y aislaron selectivamente contactos positivos. Para contener a este coronavirus no hay, ni se necesita, una solución mágica. Ya está escrita.




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