
Sigifredo Noriega Barceló.
Seguir a Jesús es abrazar su proyecto de vida, asumir las tareas de su Reino…
“El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo”
Lucas 14, 25-33
Hemos iniciado septiembre 2025 con expectativas y preocupaciones. Este mes es diferente al de años anteriores por los diversos contextos en los que vivimos…
Hay nuevas presencias y lamentables ausencias en el entorno… El intento de reinventar la administración de la justicia causa incertidumbre y desconfianza en muchos… Al mismo tiempo, no dejamos de admirar a nuestros héroes y de aplaudir a quienes no han dejado de sembrar esperanza.
El mundo está lleno de ‘fans’ que admiran a personas por sus logros y por una existencia que transcurre más allá de lo común. Los ‘fans’ son capaces de recorrer kilómetros para oír cantar a su ídolo, ver jugar a un deportista o echar porras a su equipo favorito. También encontramos a quien admira a personas de la cultura, las artes y a quienes entregan su vida hasta el extremo y son ejemplo de humanidad. ¿Quién no sigue admirando a la madre Teresa de Calcuta?
Artistas, deportistas, santos, héroes, poetas y estadistas pueden ser admirados. Pero, por más admirables que sean, la emoción se extingue poco a poco con el paso del tiempo. Estos ‘fans’ ¿se animarán a seguir a quienes admiran? ¿Qué tanto influyen en su vida? Podrán seguir oyéndose las canciones, leyéndose los libros, recordándose anécdotas… Una admiración sin seguimiento, con ser una experiencia interesante, no engendra vida nueva, no suscita la conversión, mucho menos un seguimiento radical hasta dar la vida.
Jesús, en el Evangelio proclamado este domingo, dice con claridad a sus discípulos que no busca fans, ni likes, sino seguidores a prueba de todas las pruebas; seguidores que pasen la evaluación del amor fiel y compasivo. Sus palabras suenan radicales: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a…” “Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” … No se puede pensar en un seguimiento meramente emocional, interesado, sin consecuencias. Seguir o no seguir; no hay términos medios. La mediocridad no debe entrar en la mochila del discípulo.
Seguir a Jesús es abrazar su proyecto de vida, asumir las tareas de su Reino… Es preferirlo a cualquier otra persona y a los bienes temporales… Es dejarse elegir por Él, llamada personal, compromiso, abandono total, opción radical… En síntesis, el seguimiento tiene que ver con la orientación de los afectos fundamentales; la realidad cotidiana con sus sorpresas, sus cruces, sus alegrías; la renuncia a lo que consideramos nuestras riquezas… Es hacernos pobres, mansos y humildes, generosos y compasivos por su causa.
Jesús busca seguidores de verdad para que su Reino de paz se plante bien en los vaivenes de la vida y en los nuevos tiempos. El seguidor es seguidor simplemente, sin geometrías políticas, ni intereses de fama, poder, dádivas… El Evangelio precisa de seguidores, no de momentáneos, interesados y emocionados admiradores que, cuando ven que un discípulo falla, dan media vuelta y se retiran. ¿Qué debemos hacer para seguir a Jesús en estos tiempos de incertidumbre y, al mismo tiempo, de oportunidades?