“Promover” la lectura: ¿costumbre de las mismas fechas?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Quiero creer que quien realmente está convencido del valor de la lectura no tiene por qué estar esperando fechas especiales.

Aprovechando que estamos en medio de las dos fechas en que en México se celebra al libro y la lectura ―julio está entre abril y noviembre―, conviene dejar aquí una reflexión sobre lo importante que es en realidad para cada cual la promoción de la lectura.

En efecto, en abril nos unimos al concierto mundial para celebrar al libro y la lectura con motivo del aniversario luctuoso de Shakespeare y Cervantes. Cada día 23 de ese mes nos resurge la vocación y entonces podemos mostrarnos a la mitad del foro como “lectores todo terreno”, ofendidos porque los demás no leen y nosotros sí.

Después de eso, solemos hacer mutis hasta el 17 de noviembre, en que el nacimiento de Sor Juana y un decreto presidencial nos trajeron el Día Nacional del Libro. Vuelta a la vuelta, otra vez lloramos porque el mundo ha olvidado el valor de la lectura.

Nuestros excesos son tales, que muchos de nosotros caemos en la tentación de teatralizar la lectura, de gritar con el libro en la mano, de sentirnos la voz en el desierto caudaloso y citadino. “Promover” la lectura parece, entonces, costumbre de las mismas fechas… y con las mismas rutinas.

Quiero creer que quien realmente está convencido del valor de la lectura no tiene por qué estar esperando sólo al 23 de abril y el 17 de noviembre. Otros diez meses hay alrededor, y en ellos podemos también preocuparnos por ocuparnos mejor en el contagio de las lecturas y los autores y los mejores párrafos con que hemos topado.

Se promueve la lectura con persuasión y no con imposición. Dejemos de caer en el engaño de que la lectura se promueve con teatro, cine, televisión, actuación, soliloquios, performances. Dejemos de asegurar que, por vernos gritar renglones en medio de la plaza, un muchacho o una muchacha se animará a construirse un hábito lector.

La mejor publicidad se da de boca en boca: eso lo repiten hasta los mercachifles más superficiales. Para que alguien más se enamore de la lectura, hay que hablarle al oído sobre sus virtudes. Y hay que hacerlo cualquier día, en cualquier parte, en cualquier circunstancia. No necesariamente hay que esperar a que llegue un mentado Día del Libro y la Lectura.

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