Presencia que alegra

III Domingo de Adviento. Ciclo A   El adviento que vivía Juan Bautista debió haber sido fatigoso, desesperante en momentos. La duda acerca del cómo y cuándo de la llegada del Mesías lo ponía en crisis. El domingo antepasado lo vimos y escuchamos en el desierto; ahora lo encontramos en la cárcel. Su situación parecía … Leer más

III Domingo de Adviento. Ciclo A

 

El adviento que vivía Juan Bautista debió haber sido fatigoso, desesperante en momentos. La duda acerca del cómo y cuándo de la llegada del Mesías lo ponía en crisis. El domingo antepasado lo vimos y escuchamos en el desierto; ahora lo encontramos en la cárcel. Su situación parecía no mejorar.

¿Por qué duda Juan? Hace ocho días mostraba seguridad en sí mismo y claridad en su misión de preparador de la venida del Mesías. En el texto de este domingo, más que el encierro, lo atormenta la duda. Por eso manda a dos discípulos a preguntar al mismo Jesús si es el Mesías o hay que esperar a otro. Ver dudar y hacerse preguntas al hombre más grande nacido de mujer es una lección permanente. De este profeta que duda y está encarcelado por decir la verdad, Jesús hace un gran elogio: “Es más que profeta”.

La respuesta de Jesús a las dudas de Juan (“vayan a contar a Juan”) es a base de signos y pistas. Podemos imaginar la cara que pusieron aquellos discípulos cuando Jesús no respondió directamente.  “Los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena nueva”, son los signos de una presencia. Juan tendrá que encontrar la respuesta sobre la identidad de Jesús. Ya tiene las pistas, sobre todo el testimonio de sus enviados que ‘han visto y oído’.  Juan creyó y dio testimonio de la verdad que buscaba. Cumplió con creces su misión.

Quizás las dudas de los peregrinos de este siglo sean muy diferentes a las de Juan, y las incertidumbres todavía mayores. La invitación a “estar siempre alegres en el Señor” pudiera sonar a una provocación de mal gusto, fuera de tiempo. ¿Cómo alegrarnos cuando las necesidades son tantas y el dinero no alcanza? ¿Cuándo las inseguridades y corrupciones ocupan los primeros lugares en la percepción de muchos? ¿El cristiano del adviento 2019 tiene que vivir a contracorriente? La respuesta de Jesús sigue siendo la misma: “Díganle a… que los ciegos ven, los cojos caminan…“ Jesús no responde directamente a través de un razonamiento impecable. Hay que buscar los signos y las pistas… No hay otra señal más que la de Jesús que “está cerca”. La fe y la esperanza tienen su fundamento en el encuentro con Él. Juan creyó y entonces vio/encontró lo que buscaba. ¿Y nosotros?

Encendimos la tercera vela. La esperanza se tiñe de alegría. La seguridad de la cercanía de Jesús ilumina el camino y enciende de amor la esperanza.

El Papa Francisco insiste que la carta de identidad del cristiano es la alegría del Evangelio. Reconocemos que no es fácil vivir siempre alegres sobre todo cuando las dudas, incertidumbres y sufrimientos amenazan con echar a perder la fiesta. Vale la pena la conversión. Sin ella no hay esperanza alegre, ni paz, ni amor. ¿Habrá Navidad en casa?

Que santa María de Guadalupe nos ayude a ‘prendernos’ de la alegría de Navidad.

Con mi bendición.




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