Persiste el “México de gente agraviada”
En un discurso de Luis Donaldo Colosio Murrieta, él mencionó “(Veo) Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla.”
El 6 de marzo de 1994, el entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta se dirigió a la gente por él congregada en torno al Monumento a la Revolución, en la capital del país, con la que sería la glosa más memorable en los últimos treinta años de nuestra vida nacional.
Aunque su discurso comenzó con alusiones directas al Partido Revolucionario Institucional y a la necesaria autocrítica en lo que entonces era tal organización política, en el clímax de su oratoria compartió el sonorense su visión de país.
Esto lo hizo a la manera del pastor Martin Luther King. Es decir: utilizó el mismo recurso retórico de alguien que fue asesinado debido a esa calidad de pronunciamientos. Vaya signos.
Así, lo que en el estadunidense fue “I have a dream”, en el mexicano resultó “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia”.
Dentro del estilo retórico en el que se adivinan muchas manos, las anáforas fueron enumerando, en ese orden, a comunidades indígenas, campesinos, trabajadores, jóvenes, mujeres, empresarios, profesionistas, maestras y maestros, universitarios, investigadores y ciudadanos angustiados por la falta de seguridad.
El gran remate del discurso fue la referencia a la gente agraviada, en estos términos:
“(Veo) Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.
La primera parte, de las distorsiones impuestas por quienes deberían servir a la ley, es más que oportuna ahora, 30 años después. ¿Ha habido de veras, o no tanto, una mañosa administración de justicia en nuestro México? ¿Beneficia el poder sólo a los poderosos? Independientemente de la respuesta, la reciente reforma promovida desde la 4T al Poder Judicial está relacionada con este planteamiento. Ojo: no sólo lo percibió la izquierda, y no sólo ahora.
La segunda parte del planteamiento se divide en dos enunciados: “abuso de autoridades” y “arrogancia de oficinas gubernamentales”. Para mi gusto, el planteamiento quedó inverso: es la arrogancia en las entidades de gobierno el caldo de cultivo para que emerja el abuso de quienes tienen aunque sea una pizca de poder.
Arrogancia, distorsión y abuso son todavía los grandes flagelos nacionales. Por la acción selectiva de administradores de obras, acciones, decisiones y justicia, persisten entre nosotros las injusticias. Debido al impacto de arrogantes, distorsionadores y abusadores, la ignorancia y la pobreza continúan aquí. Estos tres males mantienen vigente, acaso más lacerado que hace tres décadas, a este México de gente agraviada que veía Colosio.
En los antónimos de los referidos, podemos encontrar tres buenas claves: humildad, cumplimiento y moderación son necesarios en la administración pública. Nadie necesita más madurez política que el político que gobierna. Sólo así se acabará con el histórico agravio y se tendrá un verdadero bienestar: el que se instala entre nosotros más que entre las palabras de un buen (o mal) discurso.