Peculiar ingenio

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Dedicado a mi Padre, a 58 semanas de su fallecimiento Despepitar piñas de pino para obtener los deliciosos piñones (acto de extracción), tiene su componente de dificultad pues los nódulos ocupan abrirse a fuerza de los dedos, en caso de que el fruto tenga la madurez necesaria, porque días previos necesita machacarse un poco para … Leer más

Dedicado a mi Padre, a 58 semanas de su fallecimiento

Despepitar piñas de pino para obtener los deliciosos piñones (acto de extracción), tiene su componente de dificultad pues los nódulos ocupan abrirse a fuerza de los dedos, en caso de que el fruto tenga la madurez necesaria, porque días previos necesita machacarse un poco para separar las semilla de la pulpa.

Esta acción en sí misma es fácil, aunque laboriosa. Prácticamente todos los miembros de una familia pueden realizarla, unos de tiempo completo, otros luego de cumplir con otras actividades ordinarias del medio rural.

Juan se resistió muchas veces a ocuparse de ello porque consideraba poco rentable las largas horas para conseguir terminar el contenido de un costal de cuarenta kilogramos. Convencido de que el intelecto, la creatividad y el ingenio podían resolver el problema, se puso a idear una máquina para simplificar el trabajo.

Ese año la madre naturaleza envió generosa, una buena producción en las coníferas de la región.

Las familias de las comunidades cercanas a la sierra, literalmente se volcaron por el monte a la pisca de aquellos frutos de aproximadamente cuatro cm. de longitud y tres de diámetro donde cada uno de sus cerca de diez nódulos contiene un par de semillas que maduran en cuanto entra la estación de otoño.

Para aprovechar mejor el tiempo, ahorrándose los minutos y hasta horas de traslado, cuadrillas de personas se organizaban para quedarse varios días en el monte.

Trepar al árbol ignorando la aspereza de tallo y ramas, la molesta trementina que segrega el pino y los inevitables ejércitos de hormigas que habitan bajo su corteza para desprender uno a uno los conos que crecen en las puntas de cada rama, es el método inevitable para conseguir depositarlos en un morral terciado a un hombro, sin más herramientas que un gancho, lo suficientemente largo para acercar las ramas y aprovechar el producto.

Con un punzón hizo agujeros en una lámina lisa de metal,  la cual colocó en un trozo de madera cilíndrica, con los picos hacia afuera, luego otra lámina semejante, pero con las puntas hacia adentro, dejando un espacio del grueso de su dedo pulgar entre los picos; atornilló un maneral a cada extremo del tronco para poder girar con sus brazos, teniendo fija la lámina de afuera, metía las piñas por la ranura y al dar vuelta a la polea las trituraba, sin dañar el piñón. Después ponía a secar al sol, para luego sólo parvear al viento (como se hace con el frijol), y eliminar la basura.

Mayor éxito obtuvo al accionar la máquina con un pequeño motor y conseguir que una sola persona accionara la máquina.

Consiguió mayores ganancias al maquilar lo cosechado por sus vecinos y construyó otros prototipos cuya venta representó un buen ingreso económico para todos: sabía de antemano que la tecnología supera la capacidad física del ser humano e hizo honor al intelecto al inventar una rústica, pero funcional herramienta.




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