No nos llamemos a engaño

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Mala respuesta es la apatía; peor, la simulación: querer ver o querer hacer ver que nada malo pasa y, si pasa, no es tan malo.

“Sólo basta con que los buenos no hagan nada”, dice la parte final de aquella frase que muchas veces hemos visto, sobre todo ahora en internet. “Sólo basta con que los buenos no hagan nada” es una declaración no sólo poderosa, sino incluso escalofriante, sobre todo para quienes en un momento dado, en este momento de tanta emergencia, puedan continuar considerándose “buenas conciencias” (cualquier cosa que eso signifique).

Los incesantes golpes que hacen ver nuestra indefensión comunitaria, nuestra inseguridad pública, y la creciente impunidad que se percibe en nuestro estado de Zacatecas vienen tan fuertes, tan tirantes, tan angustiantes, que nadie puede en este momento limitarse a decir que sólo le basta con hacer su trabajo y hacerlo bien.

No nos llamemos a engaño: aquí están pasando cosas muy fuertes y muy feas. Mala respuesta es la apatía; peor, la simulación: querer ver o querer hacer ver que nada malo pasa y, si pasa, no es tan malo.

No nos llamemos a engaño ni a ingenuidad. La respuesta no es tampoco la huida. No veo otra solución más que de veras enfrentar a las amenazas con el poder que detenta toda autoridad establecida, con los recursos que para ello le corresponden.

Más catastrófico que todo esto resulta el olvido de la comunidad. Me refiero a que esta semana lo que nos lastima se llama Teo, y la semana pasada se llamó Raúl, y antes de la semana se llamó con otro nombre o muchos nombres. Nos desgarramos las vestiduras y clamamos por justicia, y de pronto da la impresión de que nos amanece otro día con otros afanes.

En medio de quienes insisten en señalar demoras y abulias, y quienes enfrente responden que no se debe lucrar políticamente con las desgracias, están los hombres, las mujeres y los niños lacerados por la desesperación de cada hora que pasa sin saber nada. Rezar parece muy poco, esperar es herirse más. Un hogar donde se vive la angustia por la desaparición de uno de sus integrantes se convierte en el escenario más atroz.

No nos llamemos a engaño: Zacatecas nos necesita, y no porque sea época de campañas electorales (ésas que son más matraca que propuestas de peso). Zacatecas nos necesita, sí, en el caso de que sepamos comprender que “Zacatecas” no es una designación inasible, sino la denominación de cada familia que en estas tierras vive, que no merece estas desgracias y sí mucha justicia.

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