Los menonitas zacatecanos

En los años veinte del siglo pasado el presidente Álvaro Obregón permitió a las comunidades menonitas asentarse en territorio mexicano.

En el tiempo de la niñez, en el pueblo de San Miguel del Mezquital, de aire norteño y color de ensueño, rebautizado como Miguel Auza, allá por los años treinta del siglo XX, con curiosidad y  admiración veía uno a familias de piel blanca y ojos azules con una indumentaria muy particular y uniforme, otro aspecto que los distinguía de nosotros, pues desde niños de brazos hasta ancianos lucían ellas vestidos largos de colores oscuros y ellos pantalones de pechera, pero eso sí todos con sombreros; las mujeres unos muy bonitos con listones coloridos. Tan distintos y particulares nos parecían que a un güerito del pueblo, le apodaban menonita, asociando pues el color claro de piel con la raza.

No dejaba uno de observar que las familias menonitas no interactuaban con nosotros; Iban a lo necesario al pueblo. Sólo entre ellos hablaban un idioma extranjero, para nosotros inentendible, que luego supe era alemán bajo; en ese entonces sólo los hombres hablaban el castellano para sus negocios. Todo ello muestra de una sociedad machista al extremo.

También con admiración y sorpresa veíamos que vivían en pequeñas comunidades en el área rural del municipio, organizados en campos numerados de anchas calles; el más sonado el de La Honda, asiento de una antigua hacienda.

La sorpresa y admiración nacían de la prosperidad de sus campos, de sus casas de dos aguas a la usanza europea, sus robustas vacas lecheras y unas gallinas enormes en verdaderos oasis creados por ellos en el semidesierto zacatecano.

Ya sabemos que fue en los años veinte del siglo pasado que el presidente Álvaro Obregón permitió a las comunidades menonitas asentarse en territorio mexicano, y así llegaron a Chihuahua, Durango, Campeche y Zacatecas.

No sé si sea cierto, pero se decía que una de las razones del presidente para permitir que se asentarán en el país, radicó en que los mexicanos del campo aprendieran de lo laborioso e industrioso de los menonitas, que por cierto deben su nombre a su líder Menno Simons, un ex sacerdote católico, originándose una iglesia cristiana anabaptista, casi fundamentalista, pero pacifista, en el contexto de la reforma protestante del siglo XVI.

El tiempo ha pasado y sus campos son más prósperos, con una actividad agrícola, ganadera y de industria muy dinámica; desde luego las generaciones menonitas son completamente mexicanas y zacatecanas; algunos han prosperado hasta convertirse en empresarios importantes más allá de la frontera del estado, alguno incursionó en política con poca suerte en el congreso local.

Esas comunidades aún tienen una organización aislacionista y cerrada, como sin querer mezclarse con nosotros; su interacción es por los negocios, lo que en una sociedad como la nuestra tan abierta a la relación humana no deja de llamar la atención, aunque en últimas fechas mujeres menonitas zacatecanas han abierto canales en redes sociales donde nos muestran su alegría y su arte culinario y parecen orgullosas de su nueva tierra. Enhorabuena.

Visitar los campos menonitas de Miguel Auza es una gran experiencia, porque de repente puede uno sentir que está en otro país. Ellos a veces parece que nos ignoran, pasan de largo y casi a nadie saludan, pero son hermanos zacatecanos igual que nosotros, a quienes abrazamos.

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