
Opinión José Antonio Rincón
Cuando una persona ha alcanzado el cargo más alto de la República, por respeto, honestidad y generosidad política, debe dejar a los actores políticos del momento.
El poder es adictivo y pocos, muy pocos tienen la capacidad de entender y aceptar que su ciclo ha terminado.
En los más altos estadios del poder los hombres no se repiten, le espetaba Javier García Paniagua a Luis Echeverría que pretendía poner en práctica un Maximato que planeó durante su mandato, pero su sucesor y amigo entrañable José López Portillo lo mando a volar hasta unas remotas islas.
El inefable Salinas de Gortari cuando estaba en la cúspide de su poder parece que sondeó la situación para permanecer en él; ante datos de la intentona, su sucesor Ernesto Zedillo respondió encarcelando al hermano Raúl, conocido ya como “El incómodo”, rompiendo la añeja amistad que los unía, tanto que hasta una huelga de hambre inició don Carlos, antes de volar hasta Irlanda.
No obstante, Salinas de Gortari siguió teniendo presencia e influencia en la vida política nacional, tanto que fue personaje favorito de López Obrador en todas sus campañas y a veces todavía lo recuerda considerándolo jefe de un grupo político.
Los restantes ex presidentes, a excepción de Vicente Fox, obviamente están a la expectativa, poro no se ve una clara intervención e influencia en la vida política nacional.
El caso de don Vicente Fox, es especial, si bien es un hombre extrovertido y hablantín, que opina aquí y opina allá, nunca logró construir una verdadera imagen de un político serie e inteligente, tanto que sus disparatadas expresiones en afán de apoyar a Xóchitl Gálvez, son reprobadas y rechazadas por ella y los liderazgos de la oposición a quien pretende ayudar.
En la historia nacional el caso emblemático es el del general Calles, que tuvo que ser echado del país por Lázaro Cárdenas, luego de ser titiritero de al menos dos de sus sucesores en la presidencia. Terminaba así la era de los caudillos que se replicaba en cada entidad de la república. Con nosotros ese papel lo desempeñó Leobardo Reynoso.
El presidente López Obrador ha jurado y perjurado que al concluir su mandato se retirará por completo de la vida pública de México. Y si esto fuera así, por qué tanto empeño en meterse de lleno en el proceso electoral y luchar porque continúen sus políticas públicas.
Ese comportamiento genera naturalmente dudas y suspicacias, que sólo el tiempo se encargará de disipar.
Cuando una persona ha alcanzado el cargo más alto de la República, por respeto, honestidad y generosidad política, debe dejar a los actores políticos del momento, porque en las cosas humanas nadie somos indispensables. Al propio Pericles, el más grande de los políticos griegos que dio nombre a un siglo, lo mandaron al ostracismo, porque las nuevas generaciones reclaman los espacios. Ojalá la medida sea innecesaria.
Hasta ahora no se ha visto que un expresidente con sus intromisiones en la vida pública de México le haya hecho bien a la patria y ellos bien saben que el poder es para ejercerse y que no se comparte.
Adendum: Parece que en Madrid, la capital del reino español, hay un club de algunos expresidentes mexicanos. Sería bueno que se unieran los demás, incluyendo al que le falta poco más de un año, para que reflexionen y escriban sobre el pasado.