Lección al autoritarismo

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

A Zenaido Guevara Guerrero con reconocimiento y admiración Ilusionado como todo estudiante a punto de graduarse en una profesión, entró al aula donde presentaría el examen final, defendiendo su Informe Recepcional para obtener el título de Profesor de Educación Primaria. Los nervios, la emoción, la expectativa pusieron una sonrisa en su cara, la cual se … Leer más

A Zenaido Guevara Guerrero con reconocimiento y admiración

Ilusionado como todo estudiante a punto de graduarse en una profesión, entró al aula donde presentaría el examen final, defendiendo su Informe Recepcional para obtener el título de Profesor de Educación Primaria.

Los nervios, la emoción, la expectativa pusieron una sonrisa en su cara, la cual se apagó al escuchar la voz potente, de reclamo y descalificación que emitió el Presidente de los sinodales: “¡Éste trabajo está muy mal hecho, considérese suspendido!”. Literalmente arrojó el documento a las manos del graduando, quien lo apretujó en su pecho, asustado, sorprendido sin dar crédito a aquel suceso.

Tenía muy buen promedio en sus calificaciones, el cual le permitió tener una beca por los cuatro años en la carrera. Se había esmerado en realizar sus Prácticas Profesionales, Servicio Social con entrega en los asuntos académicos de su grupo, las actividades de proyección hacia la comunidad. Incluso se involucró en las gestiones del ejido hacia las diversas instancias de Desarrollo Comunitario en beneficio de la población…

Su pensamiento se concentró en esto último. Meses antes, en la Escuela Normal donde estudiaba había sido infiltrado personal enviado por altas autoridades gubernamentales y del Sindicato magisterial (manipulado por un cacique del mismo Estado), para modificar el modelo educativo gestado en la Institución, mismo que se consideró peligroso porque se pronunciaba por la emancipación del Proletariado. Se creyó que los estudiantes recibían formación comunista y gestaban grupos armados en contra del Gobierno.

Las escenas de desencuentro con el Director del plantel, las discusiones con maestros que mostraron falta de capacidad profesional para dar sus clases, las acciones de complicidad de algunos mentores hacia jóvenes perezosos, la estigmatización de los líderes estudiantiles que seguían colaborando con la mística de trabajo intelectual y físico en los sectores agropecuarios de la escuela, la persecución que él y otros condiscípulos habían sufrido tipificándolos de “rojillos” por sus actos a favor del campesinado, desfilaron por su cabeza rápidamente; en ello encontró la explicación de la actitud de revanchismo del grupo infiltrado.

Había tenido la remota sospecha cuando se enteró que el Mtro. Félix Araujo, asesor y revisor de documento final, no formaría parte del jurado, el cual sólo acató a dar un consejo, ante la brevedad del tiempo disponible para impugnar el proceso.

El muchacho desahogó en solitario la frustración y coraje, con abundantes lágrimas, pero enfrentó al infame directivo: “Ordena usted que se me aplique el examen, o desde el primer minuto de mañana me declaro en huelga de hambre en el centro de la plaza cívica (sede de la ceremonia de fin de cursos)”.

El interpelado sopesó las implicaciones políticas ante los invitados a la ceremonia y la comunidad educativa. Rápido emitió un memorándum para que le fuera entregada la correspondiente Acta de Examen Profesional que se había elaborado previamente, aprobando al sustentante.

Los actos de valentía basados en la justicia, la razón, doblegan a la cerrazón, indolencia y autoritarismo.




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