La importancia de las palabras

Exaltadas o minimizadas, las palabras suelen vivir en la polarización. Eso sí: los discursos resultan vanos cuando no están respaldados con hechos coherentes con ellos. Aunque también se dan casos en que las palabras son injustamente equiparadas con la palabrería, la bagatela verbal o los sofismas, la mentira. Parece a veces que no termina de … Leer más
Exaltadas o minimizadas, las palabras suelen vivir en la polarización. Eso sí: los discursos resultan vanos cuando no están respaldados con hechos coherentes con ellos. Aunque también se dan casos en que las palabras son injustamente equiparadas con la palabrería, la bagatela verbal o los sofismas, la mentira. Parece a veces que no termina de entenderse que es injusto generalizar e incluso satanizar lo que, estrictamente, constituyen medios de comunicación. Las palabras son portadoras de vida o muerte: lo que el emisor quiera poner sobre esos vagones incorpóreos.
En el otro extremo tenemos “Habla para que yo te conozca”, expresión atribuida a Sócrates, y “De la abundancia del corazón habla la boca”, de Jesús de Galilea. Las palabras son expresión del interior, y por eso el mismo Jesús insiste en que no es lo que entra a la boca del humano lo que lo hace impuro, sino lo que de éste brota.
Con las palabras, Jesús curaba a los enfermos. Con las palabras, los magos decretan transformaciones, prodigios y encantamientos. Con las palabras, los seductores provocan que su presa imagine otras realidades hacia donde ambos se encaminan. Uno de los grandes instrumentos de las religiones son sus textos sagrados: llámese Biblia o Corán. Incluso los adivinadores recurren al I-Ching o libros similares.
Las palabras fueron protagonistas en Gettysburg, con Abraham Lincoln en 1863. Con Sócrates, en su famosa apología del 339 antes de Cristo. Con Winston Churchill en 1940, cuando en la cámara de los comunes de Londres habló de “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Con John F. Kennedy en su toma de protesta, en 1961. Dos años después, ante 200 mil personas, con Martin Luther King.
La importancia que damos a las palabras es la importancia que damos a los medios a nuestro alcance. Puede tener razón el personaje de la tía Rosa, en la novela “Ardiente paciencia” de Antonio Skármeta (llevada al cine como “El cartero de Neruda”) cuando dice a su sobrina que prefiere que toquen a ésta con las manos y no con las palabras. Recalco: Puede tener razón… en la medida que el que las usa sea realmente eficaz en su empleo de palabras.