Discernir amando

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

La urgencia de simplificar trámites, procesos, requisitos, trabajos… responde a una notoria necesidad: la complejidad de los desafíos que vivimos. Las posibilidades que nos dan las nuevas tecnologías y la investigación de los especialistas que ocupan su talento en desentrañar algoritmos, pueden ayudar a encontrar las soluciones. Pero, cuando se trata de tomar decisiones sobre … Leer más

La urgencia de simplificar trámites, procesos, requisitos, trabajos… responde a una notoria necesidad: la complejidad de los desafíos que vivimos. Las posibilidades que nos dan las nuevas tecnologías y la investigación de los especialistas que ocupan su talento en desentrañar algoritmos, pueden ayudar a encontrar las soluciones. Pero, cuando se trata de tomar decisiones sobre qué es lo más importante en la vida, las máquinas ¡salen con cada cosa! Por más que nos faciliten soluciones no nos pueden suplir en las decisiones fundamentales.

 

Encontrar respuesta a los grandes desafíos de la inseguridad ocasionada por la violencia y la incertidumbre del futuro que patrocina el covid-19 es cuestión de  inteligencia, creatividad, voluntad y… una dosis mayúscula de amor fraterno.  Esto no puede ser decidido por algoritmos; hay que buscar en otro ámbito y con otros medios.  Son tantas y variadas las ofertas en el mercado que podemos caer en la trampa de la superficialidad o en la tentación de lo momentáneamente fácil y rentable. Aprender a discernir cuesta cada vez más. Tomar decisiones acertadas, correctas y vinculantes es el gran reto del hombre de nuestro tiempo.

 

En tiempos de Jesús los creyentes tenían 248 preceptos y 365 prohibiciones  que daban traducían la ley de Dios. Podemos imaginar la tremenda dificultad para circular por la vida sin saltarse alguna y sin remordimientos. Es comprensible la pregunta del fariseo que quiere portarse bien pero encuentra demasiado abultado el código de comportamiento. La pregunta –aunque tenga la intencionalidad de ser una trampa- es clara: ¿habrá algo más sencillo que sea el centro de tanto precepto y prohibición? La vida, piensa él, no debe ser tan complicada. La respuesta de Jesús es impecable en claridad, sencillez y contenido: “Ama a Dios… y ama al prójimo como a ti mismo.”

 

Otra vez aparece el antídoto contra la enfermedad de las complicaciones en la vida: el amor sencillo, concreto, confiado hasta el abandono, pletórico de ternura, generoso sin límites… a Dios y al prójimo. Si el fariseo pretendía probar a Jesús con sus complicadas sumas y restas, su respuesta lo va a desbordar por la simplicidad del amor: “En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.  La controversia está resuelta de parte de Dios. Faltará, de nuestra parte, llenar de amor las horas de la vida y poner al servicio del amor todos los talentos recibidos y las herramientas tecnológicas inventadas o por inventarse, también en tiempos de coronavirus y de inseguridad.

 

La ética y la moral cristiana no se basan en una indescifrable  lista de deberes y obligaciones. El amor a Dios y el amor  al prójimo no se contraponen, ni rivalizan; más bien se complementan y fecundan mutuamente. Discernir amando y amar discerniendo es el modo cristiano para tomar las decisiones fundamentales. .

 

Los abrazo con mi bendición al terminar el mes de las lunas hermosas,  las misiones y la corona de rosas a la madre del amor hermoso.  Octubre 2020 también ha sido un mes de rebrotes con sus respectivas implicaciones, complicaciones y retos.

 




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