Desarrollar habilidades laborales

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Dedicado con afecto al primo Pablo Su mirada quedó fija intentando distinguir los movimientos que con una rapidez admirable extraía la mazorca de entre las hojas que la envolvían, unidas a la caña. Dada su pericia, hasta se veía que entre sus manos echaba polvo y virutas. Con un sencillo movimiento la aventaba con buena … Leer más

Dedicado con afecto al primo Pablo

Su mirada quedó fija intentando distinguir los movimientos que con una rapidez admirable extraía la mazorca de entre las hojas que la envolvían, unidas a la caña. Dada su pericia, hasta se veía que entre sus manos echaba polvo y virutas. Con un sencillo movimiento la aventaba con buena puntería hacia el interior de un costal de ixtle colocado en el suelo, a unos pasos y enrollado a la mitad de su longitud; el rastrojo, luego de tomarlo de aquella enorme arcina, quedaba perfectamente acomodado a sus pies.

Estimó que mientras él pizcaba una pieza, Pablo conseguía hacerlo en una media docena, o quizá más y con entusiasmo realizaba la actividad hábilmente, mientras conversaba sobre los diversos temas de su vida en el campo.

Pancho, un hermano mayor y quien esto describe, recibieron la encomienda de papá Juan, de pizcar el maíz de la cosecha del año, aprovechando que habían salido de vacaciones de la escuela primaria. Aunque sabían cómo se realizaba esta tarea ninguno la había realizado de manera prolongada. El sábado anterior los dejó a cargo de los abuelos paternos y provistos de un medio centenar de costales, quedando de pasar por ellos el siguiente fin de semana.

Conocían la herramienta (pizcador), pero no lo habían llevado, así que la improvisaron con pequeños trozos de rama de gobernadora (larrea tridentata), pero pronto advirtieron la ineficiencia que, sumado a su falta de pericia, daba como resultado, llenar apenas un bulto del producto en todo el día.

Aprovisionados de lonche salían de la casa de la abuela alrededor de las ocho de la mañana y volvían al ocaso. Tres kilómetros de distancia se hacían prolongados al regreso, a pesar de ir cuesta abajo. Por lo tanto, no era falta de dedicación su escaso producto.

Fueron vacaciones distintas pues las anteriores habían sido de convivencia y entretenimiento con los primos Laredo Meléndez, jugando en el corral del ganado entretenidos con los cabritos, disfrutando la leche recién ordeñada o los deliciosos calostros. Por diversión  cortaban leña, tallaban pulla, acarreaban agua en un burro, jugaban al trompo, las canicas, la pelota. Su estancia había sido de uno o dos días. Asistir ahí para cumplir con un trabajo, era muy diferente.

El jueves se sentían demasiado cansados cuando al cenit pasó por ahí Pablo, en busca de una chiva, dijo. Mientras comentaba el caso, se colocó en posición de colaborar diciendo (con cierto aire de presunción): “pizcar maíz es muy facilito…, las cosas de aquí del rancho son muy fáciles”. Su buen carácter iba combinado con su actitud franca, sincera y noble, al tiempo que sus manos, sin herramienta alguna aventaba mazorcas, realizando en unos cuantos minutos lo que aquellos hacían durante horas. Para otros el trabajo urbano es más fácil, cuestión del reconocimiento del contexto.

Sí, la disposición al trabajo, el esmero, aunados a la inteligencia permite adquirir destreza en prácticamente cualquier oficio.




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