Cuando el mal ha llegado

El terremoto aún no se ha producido en la economía mundial, pero los temblores están cada vez más cerca. La vigorosa recuperación vista tras la crisis de la pandemia es ahora un recuerdo lejano. Mes tras mes, en México y en el mundo, las previsiones de crecimiento se revisan a la baja, mientras que la … Leer más

El terremoto aún no se ha producido en la economía mundial, pero los temblores están cada vez más cerca. La vigorosa recuperación vista tras la crisis de la pandemia es ahora un recuerdo lejano. Mes tras mes, en México y en el mundo, las previsiones de crecimiento se revisan a la baja, mientras que la inflación, despreciada (qué ironía) durante mucho tiempo por los bancos centrales, echa raíces.

En los países ricos, las preocupaciones se centran en el poder adquisitivo. En los más pobres, el aumento de los precios de los alimentos aumenta los temores sobre el riesgo de hambruna. Tras un periodo de endeudamiento sin precedentes a toda costa en la mayoría de las economías, exuberante subida de los mercados financieros y abundante liquidez, el desembarco promete ser brutal. En contraste, en el México de la pandemia se decidió no contratar deuda para apoyar a la planta productiva nacional con lo que esa cifra contra el PIB no se alteró generando un atractivo para inversión extranjera directa en algunas regiones de nuestro país (con la excepción de Zacatecas) y generando el superpeso que estamos viendo y que puede presumir todos los días el presidente, pero también una muy débil recuperación de la tasa de crecimiento de la economía nacional y productos mexicanos caros en el contexto internacional, con el ingrediente adicional de que la tasa de inflación se está conteniendo políticamente a punta de subsidios a los combustibles con el consecuente agujero en las finanzas públicas. Bonita mescolanza.

Sería arriesgado imaginar que se trata de un simple globo de aire caliente. No importa en qué dirección miren los pronosticadores, las malas noticias se acumulan y la incertidumbre está creciendo. La guerra relámpago imaginada por Vladimir Putin en Ucrania está empantanada, sin perspectivas de un acuerdo a corto plazo, lo que lleva a prever una gran crisis energética y agrícola.

En Estados Unidos, la idea de una recesión inminente está ganando terreno. Mientras Wall Street se desenrosca ante el efecto de la subida de los tipos clave de la Reserva Federal (Fed) y el descenso del consumo (las empresas que venden productos de consumo cotidiano tienen sus almacenes hasta el tope y solamente logran vender sus productos de más bajo precio), principal motor de la economía estadounidense, los mensajes alarmistas se multiplican. El presidente de la Fed, Jerome Powell, predice un futuro “doloroso” y sus dos predecesores, Janet Yellen, actual secretaria estadounidense del Tesoro, y Ben Bernanke, apuntan a los riesgos de estanflación, es decir, un crecimiento lento combinado con un fuerte aumento de los precios.

 

Europa no está mejor. Las señales de una desaceleración se multiplican. Si la espiral precio-salario aún no ha comenzado, el Banco Central Europeo ya no duda en dejar en claro su decisión de endurecer su política monetaria. Los tipos de interés reales, es decir, los tipos nominales ajustados a la inflación siguen siendo negativos, pero si volvieran a territorio positivo, provocaría un desplome descontrolado de los precios de los activos y una crisis de sobreendeudamiento de la que los países emergentes serían las primeras víctimas, contexto en el que nuestro país tendría la ventaja, dando la razón a la tirada del gobierno de López Obrador (léase, Arturo Herrera).

 

Incluso las potenciales buenas noticias potenciales podrían ser arma de doble filo. Si un desconfinamiento chino permitiera fluidificar el comercio mundial, Beijing se vería tentado a embarcarse en una estrategia de recuperación económica que corre el riesgo de revivir la inflación de manera catastrófica.

 

Es sorprendente observar que este paisaje perturbador tiene tan poco impacto en el discurso público mexicano. Esto ha dado lugar a una escalada de promesas y propuestas, a menudo sin fundamento, y el tema de la economía nacional ha estado totalmente ausente de los debates cotidianos, como si el “cueste lo que cueste” no siguiera siendo relevante.

 

La perspectiva de elecciones en este fin de semana no fomentó posiciones más realistas. Si bien las medidas de apoyo específicas para proteger a los hogares más vulnerables de la inflación son esenciales, el margen de maniobra de México es limitado. Se me viene a la cabeza un verso de L’Hirondelle et les Petits Oiseaux de La Fontaine: “… creemos en el mal solo cuando ha llegado”. Es hora de salir de la negación de la realidad.




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