Amor es amor

En el momento en que cumplí la mayoría de edad, el Estado Mexicano me hizo acreedor a una serie de derechos y obligaciones que como ciudadano mexicano me correspondía, todos esos derechos se iban asumiendo casi de manera automática en un ejercicio diario y cotidiano. Desde expresar de manera libre mis pensamientos e ideas, poder … Leer más

En el momento en que cumplí la mayoría de edad, el Estado Mexicano me hizo acreedor a una serie de derechos y obligaciones que como ciudadano mexicano me correspondía, todos esos derechos se iban asumiendo casi de manera automática en un ejercicio diario y cotidiano.

Desde expresar de manera libre mis pensamientos e ideas, poder elegir a mis gobernantes y representantes incluso el pagar impuestos representaban la consolidación de mis derechos y obligaciones como ciudadano, cuando decidí contraer matrimonio fui consciente de la importancia que ello tenia para la materialización de un proyecto de vida en compañía de mi esposa, hacer planes sobre una familia o un patrimonio se daba por añadidura, los tramites legales solo eran eso, pues mis derechos estaban garantizados.

Sin embargo, y a pesar de lo establecido por nuestra constitución, la facilidad con la que describo mi posibilidad de ejercer plenamente mis derechos no era algo de la que todos los ciudadanos podían gozar, incluso muchos de mis amigos y amigas no podían pensar en establecer una familia y consolidar un patrimonio con su pareja solo por sus preferencias sexuales, el Estado no solo no les consideraba la igualdad de oportunidades ni de derechos si no que además se los negaba incluso en muchos casos promovía su condena y discriminación social.

Desde 2009 la Ciudad de México se convirtió en la primera ciudad de América Latina en reconocer el matrimonio igualitario, un año después la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió la acción de inconstitucionalidad en la que se determinó que el matrimonio, definido como la unión exclusivamente entre un hombre y una mujer, con fines de procreación es inconstitucional y promueve la desigualdad. Y aún con ello tuvieron que pasar mas de 11 años para que por fin Zacatecas pudiera modificar su código civil y poder garantizar los mismos derechos en términos de matrimonio a todas las personas.

La aprobación del matrimonio igualitario en Zacatecas sin duda es motivo de celebración pues no solo se avanza progresivamente en cuestiones sociales si no que simple y sencillamente se garantizan los mismo derechos para todos y todas. Pasaron cuatro legislaturas, algunas de ellas incapaces de tan siquiera abordar el tema, mientras que otras lo votaron en contra, y a pesar del pobre y lastimoso debate legislativo hay que reconocer que esta LXIV Legislatura pasará a la historia como el congreso que tuvo a bien aprobar aunque sea por mayoría dichos cambios legales.

El matrimonio igualitario puede resultar controversial cuando se busca imponer cuestiones ideológicas y de creencias religiosas a un asunto que compete única y exclusivamente al de un Estado laico, el debate no debe centrarse en quien gana o quien pierde, pues garantizar y ampliar derechos civiles no es cuestión de fuerzas sino de democracia, progreso y pertinencia social.

Y en la historia quedará el penoso actuar de un grupo de legisladores que a pesar de autodenominarse de centro izquierda y progresista antepusieron prejuicios personales y grupales antes que los intereses colectivos, en su descrédito y derrotas electorales lo encontrarán. Y felicidades a toda la comunidad LGBT+ pues su lucha ha dado resultados y ha permitido que un aire de cambio social se sienta en Zacatecas.




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