Alegre festejo estudiantil

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

A los colegas Beatriz, Miguel, Ernesto, Jesús Clemente,  Juan José (+), Abelino (+), con reconocimiento y gratitud   Para mostrar sus habilidades de saber andar en el monte, o que estaban familiarizados con veredas que conducían al sitio previsto en aquella expedición estudiantil, se adelantaron al grupo, desoyendo la instrucción del profesor, quien tuvo que … Leer más

A los colegas Beatriz, Miguel, Ernesto, Jesús Clemente,

 Juan José (+), Abelino (+), con reconocimiento y gratitud

 

Para mostrar sus habilidades de saber andar en el monte, o que estaban familiarizados con veredas que conducían al sitio previsto en aquella expedición estudiantil, se adelantaron al grupo, desoyendo la instrucción del profesor, quien tuvo que irse al ritmo de los más rezagados.

Provistos cada uno con su itacate, preparado por sus afanosas madres, agua o refresco porque la caminata tendría una duración aproximada de hora y media, bajo el candente sol del mes de mayo, los muchachos andaban por la pendiente, que no representó mayor obstáculo.

Luego el camino entraba a un gran arroyo, para serpentear después por la ladera del cerro, donde a pesar de la ausencia de nubes de la temporada, la vegetación fue cambiando, haciendo más denso el matorral espinoso, dejando crecer árboles llamados mimbres, mismos que estaban en plena época de floración; se veían elegantes, verdes y abundante follaje.

Abril y mayo de aquel año fueron particularmente meses intensos, porque entre las vacaciones de Semana Santa, las actividades del Día del Niño, el desfile del 5 de mayo, los preparativos del Día de la Madre y la conmemoración del Día del Maestro; la fecha del Día del Estudiante debía también celebrarse.

Como existían severas limitaciones económicas, surgió la idea de hacer una excursión al riachuelo que estaba hacia el norte de la comunidad, a la orilla de una sierra, en el cual había humedales por los escurrimientos de los cerros más próximos. Ante la sequía también prolongada, las probabilidades de encontrar algún deposito de agua, eran mínimas, pero por la afirmación de los alumnos que ayudaban a sus padres en el cuidado del ganado en días inhábiles de que sí había tinajas, se programó el paseo aprovechando que la fecha caería en sábado, lo cual representaba mayor factibilidad, pues de haber sido entre semana, los maestros tendrían más dificultad porque todos atendían grupos de primaria por la mañana.

En el transcurso del paseo se fueron formando grupos por afinidad, equipos de mujeres, de hombres, mixtos en el caso de familiares y en aquellos donde empezaba a asomarse Cupido.

Llegando al destino, un agradable paisaje de rocas en el barranco, un lecho con depósitos de arena, más que de agua, un clima fresco dada la vegetación distinta a la del trayecto, fueron también factores importantes para descansar a la sombra, jugar entre las enormes piedras, donde los más traviesos anduvieron cazando lagartijas (infructuosamente para ellos, por fortuna para ellas). La gritería se multiplicaba con el eco, produciendo un ambiente festivo y jovial.

En cierto momento se dio la voz de la hora de la comida, invitando a reunirse para compartir la vitualla, en la cual no pocos rostros mostraron sorpresa, pues durante el camino “habían dado cuenta” del lonche.

El regreso al caer la tarde, denotó satisfacción en aquella pequeña comunidad educativa, que mostró la importancia del valor de la actitud, para tener una convivencia sana.




Más noticias


Contenido Patrocinado