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Las muestras, tomadas en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Surfside, se analizan para rastrear tendencias de consumo de sustancias sin identificar a individuos o vecindarios.
ESTADOS UNIDOS.- La isla de Nantucket (Massachusetts) inició este verano un programa de monitoreo de aguas residuales que, según datos municipales, detectó concentraciones de cocaína alrededor de un 50% por encima de la media nacional.
Las muestras, tomadas en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Surfside, se analizan para rastrear tendencias de consumo de sustancias sin identificar a individuos o vecindarios, una práctica que se popularizó durante la pandemia para anticipar picos de COVID-19 y que ahora se extiende a drogas de alto riesgo.
“Durante COVID, muchas de estas comunidades, y la mayoría de las comunidades, decidieron que era importante que empezaran a analizar el agua para ver si había picos de COVID en la región”, explicó el abogado y analista legal Randolph Rice. “Pero lo que Nantucket ha decidido hacer ahora, desde principios de verano, es empezar a hacer pruebas para detectar otros tipos de sustancias, sobre todo drogas, nicotina y otros elementos… dentro del sistema de allí. Y lo que están descubriendo es que hay un alto nivel de cocaína”.
De acuerdo con resultados divulgados por las autoridades locales, las lecturas más recientes reportaron cerca de mil 500 nanogramos por litro (ng/L) de cocaína en Surfside, frente a una media nacional de 1000 ng/L y una media en el noreste de 900 ng/L.
En contraste, el fentanilo —opioide sintético asociado a sobredosis— se situó muy por debajo del promedio nacional, con valores menores a 5 ng/L (aprox. 15 ng/L a escala nacional), y la nicotina rondó los 4000 ng/L, ligeramente por debajo de la media de Estados Unidos.
El programa mide, además de cocaína, metanfetamina, fentanilo y otros opioides, así como xilacina (tranquilizante veterinario que se ha detectado mezclado con drogas ilícitas). Las pruebas de xilacina han resultado por debajo del límite mínimo observable y la metanfetamina apenas registra presencia, según los mismos reportes.
Para los especialistas, estos datos ofrecen una “radiografía” poblacional que puede orientar políticas de salud pública, alertas tempranas y asignación de recursos.
La empresa Biobot Analytics, proveedora de servicios de vigilancia de “sustancias de alto riesgo” en aguas residuales, explica que los laboratorios convierten las concentraciones medidas (ng/L) en estimaciones de consumo comunitario al normalizar por caudal de entrada y población servida; además, recomiendan muestreos dos veces por semana para captar la variación semanal del uso recreativo y habitual.
La privacidad es un elemento central del diseño. Las autoridades de Nantucket señalan que la infraestructura de Surfside da cobertura a tres cuartas partes de los hogares de la isla, lo que permite una visión de “tendencias de toda la isla sin identificar a personas o barrios”, de modo que la vigilancia sea informativa pero no invasiva.
La lectura de cocaína —más alta que los promedios nacional y regional— discute los patrones de consumo en destinos turísticos de alto poder adquisitivo.
“Lo chocante es que hay un bajo nivel de trazas”, sostuvo Rice, en referencia a adulterantes letales. “Por ejemplo, hay muy poco fentanilo o xilacina, que también se conoce como ‘tranquilizante’. A menudo, estas sustancias se añaden a [las drogas] para hacerlas más potentes, pero también las hacen mortales. Así que lo que nos dice en Nantucket es que están recibiendo el material puro”.
Más allá del termómetro poblacional, la isla ha registrado acciones de cumplimiento notorias. En mayo, la policía local ejecutó lo que medios calificaron como la mayor incautación de cocaína en su historia: la detención de Francisco Fernández Sánchez y el decomiso de 1.5 kilos de cocaína, con un valor estimado de 250 mil dólares en la calle.
Aunque las métricas de aguas residuales no se vinculan a casos individuales, la combinación de datos epidemiológicos y operativos policiales alimenta el debate sobre estrategias integrales de prevención, reducción de daños y persecución del tráfico.
Expertos en narcóticos advierten que niveles puntualmente altos podrían obedecer a descargas concentradas —por ejemplo, el vertido de sustancias para evadir a las autoridades— o a consumos acumulados que confluyen en el sistema. “Solíamos cortar el agua antes de hacer registros por eso mismo”, dijo el exagente especial de la DEA David Katz, al aludir a prácticas de encubrimiento y diligencias de allanamiento que podían distorsionar señales en la red de saneamiento.
Como herramienta de salud pública, la vigilancia de aguas residuales ha ganado tracción en Estados Unidos con programas federales y locales. Biobot, por ejemplo, completó la inscripción de un programa nacional patrocinado por el NIDA para el monitoreo anónimo de drogas y agentes de reversión de sobredosis en plantas de tratamiento y estaciones de bombeo, un esquema comparable a iniciativas en la UE y Australia.
La clave, señalan los especialistas, es interpretar las cifras con cautela: las concentraciones varían por dilución, caudal y tamaño poblacional, y deben leerse en series temporales, no como “fotografías aisladas”.
Los próximos reportes, en particular durante fines de semana y picos vacacionales, pondrán a prueba si los niveles de cocaína se sostienen, disminuyen o responden a eventos puntuales, mientras se refuerzan campañas sobre riesgos de adulteración y acceso a servicios de prevención y tratamiento.