El comienzo del mito de Juana Gallo

Manuel González Ramírez.
Manuel González Ramírez.

El martes 8 de abril de 2014, se cumplió el primer centenario del nacimiento de la diva y mito del cine nacional: María Félix. Vio la primera luz en el norte del país, en una región donde también brotó la Revolución Maderista. Nació en Álamos, Sonora. Protagonizó la película Juana Gallo que comenzó a filmarse … Leer más

El martes 8 de abril de 2014, se cumplió el primer centenario del nacimiento de la diva y mito del cine nacional: María Félix. Vio la primera luz en el norte del país, en una región donde también brotó la Revolución Maderista. Nació en Álamos, Sonora. Protagonizó la película Juana Gallo que comenzó a filmarse precisamente en un mes de abril pero de 1960, en los Estudios Churubusco y en locaciones de los municipios de Villanueva y Zacatecas. Esto ocurrió a dos años de la muerte de la zacatecana Ángela Ramos, mejor conocida como Juana Gallo. La cinta muestra a una supuesta heroína que participó en la Revolución Mexicana y de manera particular en la toma de Zacatecas de 1914, sin embargo, Ángela Ramos o Juana Gallo nunca empuñó las armas. El guión se realizó a partir de un corrido homónimo de la autoría del zacatecano Ernesto Juárez Frías, quien contribuyó con ello a convertir en un mito al personaje central de su corrido.

Sin embargo, los antecedentes del mito de Juana Gallo como mujer revolucionaria los encontramos más atrás. A nuestras manos llegó un interesantísimo documento que no es otra cosa que las memorias de un periodista que en su momento abrazó la causa de la Revolución Mexicana. Estamos hablando de Juan Francisco Vereo Guzmán, conocido con el mote de “El duende de Bucareli”. Nació en Cuautla, Morelos en 1896 y murió en la ciudad de México en 1947.

Desde muy joven ejerció el periodismo. Abogado de profesión, militó en el ejército revolucionario, quedando adscrito al Batallón Vicente Guerrero. En 1912, con tan sólo 16 años de edad, adquirió el grado de coronel. Más tarde se retira del movimiento revolucionario y ocupa cargos en el poder judicial de su estado natal. Fue narrador, periodista y poeta. En una de sus obras narrativas plasmó sus memorias o andanzas revolucionarias, nos referimos a la que le dio el título de ¡A sangre y fuego!, que tuvo varias ediciones: 1915, 1920 y 1944. En la biblioteca de la Crónica de Zacatecas se cuenta con un ejemplar que corresponde a una de las primeras y más antiguas ediciones, es decir, que salió a la luz pública poco tiempo después de que ocurrieron los acontecimientos que ahí fueron plasmados por su autor. Es una delicia de obra…

En el capítulo de “Guerra de mujeres”, exhalta la figura y la participación de las mujeres en la construcción de la historia, al respecto afirma que “nuestra soldadera… acompaña abnegadamente a los sufridos ‘juanes’, ya sea en los trenes militares, en las jornadas difíciles por regiones escabrosas y áridas, en las marchas a través de pantanos y en las noches de horrendas tempestades o en la intranquilidad de la vida de guarnición. En sus espaldas llevan todo su equipo”.

Y Vereo Guzmán agrega: “Muchos son los episodios que se cuentan de nuestras soldaderas; pero de todos ninguno como éste que vamos a relatar…”

Amables lectores, ¿Y de quién creen que va ha hablar en esta parte de sus memorias? De las mujeres zacatecanas y de las mexicanas que tomaron parte en la batalla de Zacatecas de 1914, y, en especial de una a la que identifica como Juana Gallo… a la que describe con lujo de detalles.

Refiere que un gran número de mujeres acompañaban a sus “juanes” durante la campaña. Siempre estaban ahí. Fieles a sus hombres. Sufriendo juntos las inclemencias del tiempo y otras penurias propias de movimientos armados. Y agrega que después de la toma de la ciudad del 23 de junio de 1914 se quedó una guarnición al cuidado de plaza. Luego, una tropa constitucionalista hizo su arribo a la estación del tren de Zacatecas. Entonces, un grupo de malintencionados hicieron correr un rumor. Afirmaban que esas tropas de revolucionarios eran anticlericales y que a su paso saqueaban templos y asesinaban curas. Esto llegó a oídos de grupos de mujeres católicas que de manera súbita se organizaron y se armaron con “armas domésticas” para ir en busca de esos sujetos indeseables. Entre ellas iba Juana Gallo, quien vivía por el norte de la ciudad.

Desde una loma conocida con el nombre de El Calvario (donde ahora se encuentra el edificio del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”), salió esa turba enfurecida que en ciertos momentos entonaba fervorosos cánticos. Recorrieron esa larguísima calle que las condujo hasta la estación del tren, donde aguardaban los soldados constitucionalistas. Al llegar a este lugar, las consignas de rechazo y una lluvia de todo tipo de proyectiles no se hicieron esperar. El mujerío lanzó piedras y todo tipo de objetos a los revolucionarios, a la vez que les pedían a gritos que abandonaran la ciudad.

Al principio, los constitucionalistas las miraban con asombro y soportaron el primer ataque, sin embargo, a los pocos minutos demostraron que no estaban dispuestos a recibir más proyectiles. Tomaron las armas largas. Cortaron cartucho y apuntaron hacia ese grupo de mujeres lideradas por Juana Gallo. En ese instante privó el silencio… ¿Qué sucedió después? Eso se los comentaremos en una próxima entrega.

*Cronista de Zacatecas.

Foto: Cortesía.

 

 




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