Dos enemigos del matrimonio

En un artículo que escribí el año pasado hablé sobre dos factores, *la generosidad y la amabilidad*, que eran básicos para fortalecer el matrimonio y para que existieran matrimonios y familias felices, unidas y duraderas; la generosidad definida como “la virtud de dar cosas buenas al otro cónyuge libremente y en abundancia”, y no necesariamente … Leer más

En un artículo que escribí el año pasado hablé sobre dos factores, *la generosidad y la amabilidad*, que eran básicos para fortalecer el matrimonio y para que existieran matrimonios y familias felices, unidas y duraderas; la generosidad definida como “la virtud de dar cosas buenas al otro cónyuge libremente y en abundancia”, y no necesariamente dar dinero sino tiempo, favores, cariño, paciencia, sonrisas, palabras bonitas; y la amabilidad es tratar bien, agradecer, no insultar, tener buenos modales, ayudar cuando me lo pidan.

Así como hay factores que fortalecen también hay enemigos del matrimonio, estaba leyendo a una mujer experta en orientación familiar y para ella los dos enemigos más importantes que tienen los matrimonios son la pereza y la indolencia.
La pereza supone la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la propia existencia. La pereza es no tener ganas de hacer nada, dejar todo para después. Los perezosos entonces, no pueden ser buenos padres de familia, ni esposos ejemplares ya que la práctica continua de la pereza, produce vagancia incluso para educar a los hijos y amar al cónyuge.

Origina el abandono de la imagen personal, daños en el cuidado de la salud, alejamiento de la sociedad, problemas en los estudios o trabajo y desidia para empezar un cambio de actitud ante los problemas que presenta la vida.

La indolencia y es muy parecida a la pereza, viene siendo la falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas necesarias, es no tener la sensibilidad para trabajar en lo que me toca, en este caso para llevar un buen matrimonio.

La pereza y la indolencia son sinónimos de negligencia, desgano. Son la falta voluntaria de esfuerzo físico o mental que hace que el desempeño en cualquier área de nuestra vida sea pobre y mediocre, lo que impide avanzar en los proyectos y ambiciones personales.

No es lo mismo tenerlas por un rato, a ser así toda la vida; cuando se convierten en un estado de vida anímico predominante, pueden conducir fácilmente a la tristeza y al fracaso. La pereza y la indolencia conducen al desorden y a la ineficiencia; convirtiéndose en las enemigas del éxito y del progreso y se pueden considerar la “madre de todos los vicios”.

Hay que reflexionar y ver qué tanto tenemos de esa pereza o indolencia dentro de nuestro matrimonio y ponernos a trabajar inteligentemente para salir de estos dos vicios que nos pueden echar a perder el resto de nuestra vida. En la vida todo requiere un esfuerzo, nada es fácil ni gratuito. Por eso es fundamental educar a los hijos en estos valores, les ahorrará muchos problemas en su vida. La pereza y la indolencia se combaten con determinación, constancia y voluntad. Es una elección personal. Las siguientes acciones ayudan a cumplir este propósito.

1. Al despertar hay que salir de la cama de un salto y no esperarnos los típicos cinco minutos que siempre se convierten en mucho más tiempo.

2. Hacer ejercicio diario ayuda a activar el cuerpo y a la mente sobre todo si es en la mañana, así se tendrán ánimos para realizar lo que tenemos que hacer el resto del día.

3. Hay que dividir las tareas grandes en tareas pequeñas y hacer una a la vez, se puede tener una recompensa al esfuerzo para mantener la motivación.

4. Encontrar motivaciones que de verdad lo ilusionen

Estas son la gasolina de la mente.

5. Ejercitar la fuerza de voluntad. La persona madura debe ser capaz de dominar los deseos, las emociones y las acciones; y no ser dominada por ellas. Por eso no se permita aplazar tareas, hacerlas a medias y ser mediocre en cualquier asunto; sea firme en lo que se ha propuesto, exíjase usted mismo.

6. Trazarse metas y cumplirla. El hecho de demostrarse a sí mismo de lo que es capaz, le dará la seguridad y el entusiasmo para continuar en ese camino del esfuerzo. La satisfacción es la mejor recompensa.

7. Cambiar de actitud. Quejarse continuamente y cerrarse en negativismos, son formas de alimentar la pereza. Deshágase de esa “mala onda” y verá resultados muy diferentes.




Más noticias

Isabel Orendain

Contenido Patrocinado