Templos de la Monarquía Católica en el poema de José de Castro

La conformación del estado político del reino hispánico fue el de una entidad compuesta. Esto es, su organización mediante el pacto, con diferentes atribuciones en cada uno de sus sitios, en donde se respetaron legislaciones internas, dinámicas y jerarquías. Por tal motivo, se puede constatar que el reino tuvo una base jurídica por privilegios, donde … Leer más

La conformación del estado político del reino hispánico fue el de una entidad compuesta. Esto es, su organización mediante el pacto, con diferentes atribuciones en cada uno de sus sitios, en donde se respetaron legislaciones internas, dinámicas y jerarquías.

Por tal motivo, se puede constatar que el reino tuvo una base jurídica por privilegios, donde el respeto de sus formas político-culturales dependían de las atribuciones y permisiones según su anexión, luego su propia vida basada en la lealtad.

Por ello, en la época se nominaba como el Reino de las Españas, por la pluralidad de las formas, territorios, dinámicas.

La unidad del reino era un prefijo tan simple, como compleja. El poder provenía de Dios, quien era prestado al monarca, con aval de su soberanía en la lealtad a sus vasallos, una dialéctica de la Patria-Pater que amparaba el sostenimiento y alianza en todos espacios hispánicos.

Una serie de legislaciones dieron forma a la asociación y uso de la Iglesia como brazo del estado, por ejemplo en la ley del Regio Patronato que daba certeza jurídica para construir –permitiéndose la expresión “anacrónica” a manera de obra pública– la construcción de templos, las licencias de asentamiento de órdenes religiosas, entre otros.

La unidad y característica del reino español fue el título de Monarquía Católica. Tal fue un proyecto de unificación universalista (Católico-Universal), fraguado en un primer momento por los reyes Fernando e Isabel –quienes iniciaron con ese mote distintivo– y cristalizado en el mando del Emperador Carlos V principalmente en el Concilio de Trento.

Esto distinguía al reino hispánico del contexto mundial, pues el sobrenombre para el rey de Francia era de Cristianísimo, cuestión que encerraba una serie de atributos, tareas y modos de entender la religión desde la cúpula de su estado, incluso en los hechos palpables de la construcción de ciudades.

El poema del zacatecano José de Castro, Viaje de América a Roma, hace un balance en tanto las distinciones de un reino y otro por la manera en cómo se entiende y se edifican sitios para el culto religioso.

En uno de sus pasajes, discute en Francia con un Monsiur, por las bajas condiciones de sus templos.

 

“[…]

Pero he advertido otra cosa,

que en Francia no hay templo bueno,

ni culto con seriedad,

ni convento de provecho;

porque esta tierra no estila

cuidarlos ni enriquecerlos,

y en España son, señor,

hermosísimos los templos,

porque aquella tierra asiste

a su ornato y lucimiento;

con que habernos de entender,

según estilos diversos,

que cada tierra a su modo

tiene sus procedimientos:

el francés cuida mesones

y adorna el español templos”.

 

La característica formal de los templos hispanoamericanos es sin duda su riqueza barroca, hecho consolidado por el concilio tridentino: el arte al servicio del dogma.

Imagen del poema de José de Castro Viaje de América a Roma.

Imagen Zacatecas – Salvador Lira