La Logoterapia

Viktor E. Frankl fue un hombre que sufrió los estragos de los campos de concentración nazi en la Segunda Guerra Mundial, y de observar a sus compañeros de prisión y sus reacciones ante los mismos sufrimientos y problemas, creó el método terapéutico de la Logoterapia.  Allí se dio cuenta de que las personas que tenían … Leer más

Viktor E. Frankl fue un hombre que sufrió los estragos de los campos de concentración nazi en la Segunda Guerra Mundial, y de observar a sus compañeros de prisión y sus reacciones ante los mismos sufrimientos y problemas, creó el método terapéutico de la Logoterapia. 

Allí se dio cuenta de que las personas que tenían un objetivo en sus vidas como reunirse con sus seres queridos, sobrevivieron el tiempo que estuvieron en el campo de concentración y salieron de allí victoriosos. 

En cambio, se dio cuenta de que los que no t enían una razón para vivir, se deprimían y se dejaban  morir.

En su libro El hombre en busca del sentido, lo que demuestra básicamente es que cualquier ser humano hombre o mujer si tiene un objetivo, un fin en su vida, le dará el sentido para luchar y llegar a cumplir una meta.

En esta obra, Viktor E. Frankl explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la Logoterapia “…llegué a comprender que lo primordial es estar siempre dirigido o apuntado hacia algo o alguien distinto de uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una causa a la cual servir o una persona a la cual amar”.

Un amigo sacerdote que tengo me dijo que su vida en el seminario cambió cuando le dio el debido sentido. Él entró  en el seminario por que tenía la inquietud sacerdotal.

Dentro del seminario le agradaba todo menos la comida, siempre se la pasaba renegando. Un día que fue a su casa a una visita familiar, le comentó a su familia que qué deliciosa comida siempre hacía su mamá, que asi debería de ser la comida del seminario. 

Todos le oían y se compadecían de él, hasta que una de sus hermanas le comentó: “Pues nadie te esta pagando para estar en el seminario, yo no sé porque estas allí”.

Así se regresó al seminario y conforme iban pasando los días, estas palabras le hicieron reflexionar que el verdadero objetivo por el que estaba en el seminario era convertirse en sacerdote y servir a Dios y a los hombres, y que la comida no iba a ser el obstáculo que lo distrajera para cumplir ese fin.

Una amiga que se cambió de ciudad por el trabajo de su esposo, no se hallaba en la nueva ciudad, entró en depresión pues sus hijos ya no estaban con ellos ya que estudiaban fuera y el marido estaba ocupadísimo en su trabajo.

No fue sino hasta que la invitaron a servir de voluntaria en un orfanatorio que le dio un sentido a su vida y la depresión se acabó.

Hay que reflexionar para ver cuáles objetivos tenemos que le dan sentido a nuestra vida. Nosotros como personas que vivimos en este mundo en donde no estamos en ningún campo de concentración, podemos vivir de dos formas o con alegría y actitud positiva o con depresión, tristeza y reniegos.

Depende de los objetivos que tengamos en la vida, que tendremos la razón de vivir y le daremos sentido a nuestra vida.

Asi como el sacerdote y mi amiga, hoy es el tiempo de analizarnos y de ponernos objetivos y metas que cumplir. 

No hay que poner excusas y decir que no podemos, no vamos a sobrevivir un campo de concentración; la meta puede ser tener una familia feliz, volver a ver a un ser querido, finalizar la vida con nuestra pareja, tener una vida saludable, educar bien a los hijos, acabar una carrera, ganar dinero, mejorar nuestra ciudad, país, llegar a Dios y muchísimas cosas más.

Imagen Zacatecas – Isabel Orendain