La antigua fábrica de hilados un patrimonio entre las ruinas

Esta zona se fundó el año de 1845, en ese entonces el propietario era Antonio García Salinas. | Foto: Imagen.
Esta zona se fundó el año de 1845, en ese entonces el propietario era Antonio García Salinas. | Foto: Imagen.

GUADALUPE.- La comunidad de la Zacatecana, también conocida como la antigua fábrica de hilados y tejidos, es una tierra llena historia, donde hubo mucha vida y que ahora parece un pueblo fantasma. Esta zona se fundó el año de 1845, en ese entonces el propietario era Antonio García Salinas hermano de Francisco García Salinas. En … Leer más

GUADALUPE.- La comunidad de la Zacatecana, también conocida como la antigua fábrica de hilados y tejidos, es una tierra llena historia, donde hubo mucha vida y que ahora parece un pueblo fantasma.

Esta zona se fundó el año de 1845, en ese entonces el propietario era Antonio García Salinas hermano de Francisco García Salinas.

En esos tiempos, la fábrica era muy importante, pues formó parte de los primero inicios de la industrialización de México, que se dio a la par de la Revolución Industrial.

Mientras en Europa estaban las máquinas de vapor, la familia García Salinas trajo algunas a nuestro país para el desarrollo de la industria textil, tanto para generar un gran número de telas y ropas.

No cabe duda de que era un lugar muy bello y sofisticado y eso se puede ver muy bien en los restos de esta antigua fábrica, construida por la Hacienda de Trancoso, aún en las ruinas puede verse que era un lugar enorme.

Tal como se puede ver este espacio  mide una manzana completa es decir unos 7 mil metros cuadrados.

 

Un lugar lujoso

La fábrica tenía unos techos de madera traída de España, que le daban una apariencia muy elegante, pero por desgracia, con el paso de los años y el abandono de la fábrica, alguien se los llevó.

A día de hoy algunas de esas maderas acabaron instalados en algunas casas de lo que hoy es la colonia Bernárdez.

Otros enseres de esta fábrica fueron hurtados y es un misterio saber dónde se encuentras a día de hoy.

Y es un misterio saber qué cosas faltan, ya que no hay documentación del inventario o de las características completas del edificio.

De las cosas bellas de este lugar solo queda el arco de cantera  que servía como entrada, en él se pueden ver unos agujeros donde antes estaban incrustadas las letras que le daban nombre a la fábrica.

El trabajo de todos los días

El lugar donde estaba instalada esta fábrica era el indicado para la época, ya que ahí cerca estaba  la laguna del Pedernalillo de que se servían con el agua suficiente para operar las máquinas de vapor. De esta manera se garantizaban poder trabajar todos los días.

Según dice un historiador y periodista muy importante de esa época, Elías Amador; ahí trabajaron hasta 137 trabajadores, los cuales en esa época eran muchos.

 

Estos trabajadores de dedicaban a transformar la lana en tela y luego en productos. Así lavaban la lana, la  tejían  y luego manufacturaban la demanda local y regional de mantas, frazadas, jergas, tapices, cobijas, alfombras y sarapes.

La fábrica se mantuvo operando durante todo el Porfiriato, hasta que finalmente cerró sus puertas en 1914, en tiempo de la Revolución. Entonces, el lugar lo administraba José León García, nieto del primer propietario, Antonio García Salinas.

Solo quedan ruinas del lugar

Si uno se pone a explorar el lugar puede encontrar escombros y ver cómo aún se mantienen en pie algunas  gruesas paredes de adobe. Aún se mantienen construcciones muy viejas donde antes estaban las máquinas de vapor.

También se pueden distinguir las diferentes áreas de trabajo por donde operaban los empleados. Lo triste de todo el caso es que nunca se ha intentado rescatar este espacio pero los intentos han sido en vano.

A lo largo de su historia esta fábrica se ha transformado, pues luego de ser de textiles se convirtió en una fábrica de mármoles y cantera, pero de eso no hay documentación.

Luego de eso, el lugar le  perteneció a un sacerdote muy adinerado e influyente a inicios del siglo pasado, pero luego el sacerdote se la acabó dando a unos particulares.

Se supone que estas tierras se la han estado peleando entre ejidatarios y particulares pero no quedan de acuerdo de quién es el dueño. Por ahora es tierra de nadie y está a la intemperie.

Así termina esta historia de uno de los tantos lugares históricos de nuestro mágico Zacatecas que está arrumbado y a su suerte debido a los problemas legales de su propiedad.

 




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