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Juan Pablo y su cruz

Todavía recuerdo con claridad las últimas semanas de vida del Papa Juan Pablo II. Aquellas angustiantes horas en las que, a pesar de su evidente sufrimiento, no dejaba de ejercer con firmeza su ministerio pastoral de la grey católica. Se comentaba que sus más allegados colaboradores le sugerían: “Santo Padre, ya es tiempo de descansar … Leer más

Redacción Zacatecas
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10 de abril 2017

Todavía recuerdo con claridad las últimas semanas de vida del Papa Juan Pablo II.

Aquellas angustiantes horas en las que, a pesar de su evidente sufrimiento, no dejaba de ejercer con firmeza su ministerio pastoral de la grey católica. Se comentaba que sus más allegados colaboradores le sugerían: “Santo Padre, ya es tiempo de descansar de sus funciones…” a lo que él respondía: “Si Cristo no se bajó de la cruz…”

Juan Pablo II ha sido el hermano más grande en la fe que yo he tenido. Sé, por lo que me han contado, que otros grandes santos han pisado esta tierra, pero a muy pocos he tenido la oportunidad de conocer y de aquellos este es el más digno de mención. Tuve la inmensa fortuna de seguir sus pasos por varias partes del mundo y de nuestro país y puedo asegurar que el efecto de su impresionante testimonio de vida siempre fue el mismo en todas partes: “Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo”.

Pues bien, la grandeza de este hombre proviene de una profunda convicción de entrañar la imitación de Cristo como único sentido de toda su existencia, al grado tal que siempre supo unir su sufrimiento al del Cristo agonizante de la cruz. Juan Pablo II predicó con su vida cada una de las enseñanzas de su Señor en el Evangelio.

Quise escribir este mensaje hoy que comienza la semana santa con la esperanza de que le caiga el veinte a todo aquel cristiano que se tome la molestia de leerlo de que es tiempo de reflexionar sobre las convicciones de nuestra fe y de que no hay cristiano sin Cristo y no hay Cristo sin cruz. Un cristiano que pretende arrancar del Evangelio las páginas de la pasión no es digno de llamarse cristiano, sencillamente.

Y esto no es más que estar dispuestos a testimoniar -hasta sus últimas consecuencias-a Cristo ante un mundo secularizado y superficial para el cual todo lo que huela a religión se antoja obsoleto e incómodo y de empezar hoy mismo con los pequeños detalles que son los que hacen a los grandes santos como Juan Pablo II.

Imagen Zacatecas – Juan Carlos Ramos León

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