Dolor y miedo

No pude resistirme. Es la segunda vez en cuatro años que veo la misma exposición de instrumentos de tortura. Alineados para su demostración, herramientas ideadas para fracturar pulgares, gangrenar el periné, arrancar mamas a pedazos o generar la burla general en una plaza pública. De nuevo, exhibidos para ser admirados, un acervo de artilugios, medievales … Leer más

No pude resistirme. Es la segunda vez en cuatro años que veo la misma exposición de instrumentos de tortura.

Alineados para su demostración, herramientas ideadas para fracturar pulgares, gangrenar el periné, arrancar mamas a pedazos o generar la burla general en una plaza pública. De nuevo, exhibidos para ser admirados, un acervo de artilugios, medievales y modernos, algunos excepcionalmente simples, destinados a causar sufrimiento en sus formas más diversas a partir del conocimiento, digamos médico, del dolor y el miedo.

El número de artefactos expuestos demuestra que la tortura ha sido una actividad exitosa. Que un museo de ese tamaño reponga una exposición con la tortura como tema significa lo mismo.

La Comisión de la ONU contra la tortura establece que sucede cuando un agente del estado agrede el cuerpo o la mente de otra persona y le causa dolor o sufrimiento emocional, de manera deliberada, con el fin de obtener una confesión, intimidar o castigar.

Se tortura en las sombras, como corresponde a los delitos. La tortura es una vergüenza política y humana, y es un acto indebido que casi todos los gobiernos condenan con las palabras y menos con los hechos.

En la mayoría de los países, los casos de tortura no se denuncian. Algunas víctimas son presuntos delincuentes que a menudo tienen menos posibilidades de denunciar o de que sus quejas sean atendidas. Otras no denuncian porque estiman que sus reclamos no serán atendidos.

Es imposible saber cuántas personas han sido torturadas en el tiempo; sin embargo, los indicios recopilados por Amnistía internacional y por las Naciones Unidas en los últimos 30 años, a partir de la Convención de la ONU contra la Tortura, indican que su práctica va en aumento. Entre 2009 y 2013, hay evidencia de tortura de parte de agentes del estado en cuando menos 141 países, en todas las regiones del mundo.

Sin embargo, si tomamos en cuenta que tradicionalmente se asocia a la tortura con la figura del daño hecho a hombres bajo custodia del estado, dejamos fuera del alcance estadístico a las mujeres y a los miembros de otros grupos discriminados.

Una de estas formas de crimen contra la humanidad es la utilización de generalizada de violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra, igual que la negación de derechos sexuales y reproductivos, y la mutilación genital femenina.

Las formas más sutiles de tortura también suelen ser las más crueles y motivo de marcas más duraderas.

La escueta descripción de la definición legal de la tortura contenida en la Convención de Naciones Unidas pretende reflejar la necesidad del rechazo total de una práctica salvaje e inhumana, prohibida por el estado de derecho y siempre injustificable.

Una exposición museográfica de instrumentos creados para provocar sufrimiento, tiene sentido sólo considerando que los humanos somos los verdaderos agentes de tortura y en el contexto de los esfuerzos para erradicar su práctica y hacer que los torturadores rindan cuentas.

Imagen Zacatecas – Antonio Sánchez González