La transfiguración de Cristo y la nuestra

INTRODUCCIÓN En este II Domingo de Cuaresma del Ciclo A, que estamos celebrando, hacemos recuerdo explícito que el relato de Mateo del hecho esplendente y maravilloso de la transfiguración en la vida de Jesús y sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, aparece también narrado por los evangelistas Marcos y Lucas. En el Ciclo B encontramos … Leer más

INTRODUCCIÓN

En este II Domingo de Cuaresma del Ciclo A, que estamos celebrando, hacemos recuerdo explícito que el relato de Mateo del hecho esplendente y maravilloso de la transfiguración en la vida de Jesús y sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, aparece también narrado por los evangelistas Marcos y Lucas. En el Ciclo B encontramos la narración de Marcos y en el C, la de Lucas.

Esto nos hace ver que el hecho de la transfiguración de Jesucristo en el Monte Tabor, según la tradición cristiana, es muy importante dentro de la revelación divina que estos tres evangelistas, llamados sinópticos,  nos transmiten, iluminados por el Espíritu Santo con el fin de testimoniar esta transfiguración, cuando Jesús y sus discípulos caminaban hacia Jerusalén, con la enseñanza y advertencia de Jesús acerca de su Pascua de pasión, muerte y resurrección, tratando de quitar de la mente y concepción de sus discípulos, a un Mesías político y de poder meramente temporal.

Esto, desde luego, puso a prueba muy dura a sus seguidores, quienes esperaban que Jesús fuera un enviado de Dios a salvar a los hombres con poder humano meramente.

Jesús revela en cambio, que es un Mesías con poder divino y humano, pero asumiendo por voluntad de su Padre y con la luz y energía del Espíritu Santo, un tránsito por esta tierra con transmisión de su Palabra avalada con sus milagros, pero también como Mesías doliente y con la aceptación de la muerte sacrificial en la cruz, para de esta manera conquistar su gloriosa resurrección, cuyo anticipo fue precisamente su transfiguración luminosa en lo alto de una montaña elevada y poniendo como testigos a Pedro, Santiago y Juan.

 

ALGUNOS ASPECTOS DOCTRINALES QUE ENCIERRA LA TRANSFIGURACIÓN DE JESUCRISTO

Este pasaje evangélico de la transfiguración de Jesús, evoca la manifestación de Dios a su pueblo elegido en el monte Sinaí, en medio de una nube, rayos, truenos y con la montaña que ardía como un volcán.

El pueblo se había quedado en la falda de la montaña, lleno de temor y asombro ante la manifestación de Dios. Después Moisés bajó del monte con las tablas de la ley y con el rostro resplandeciente con la gloria que Dios le había comunicado en su diálogo en la altura del Sinaí.

En este evangelio de San Mateo que estamos considerando, encontramos algunos elementos con relación al monte Sinaí del desierto. Por ejemplo la montaña del Tabor que hace recordar al Sinaí.

Son lugares de la manifestación de Dios en los cuales, primero Moisés, legislador del pueblo de Israel, se encontró con Dios en persona prefigurando a Jesucristo, el nuevo Moisés, que ahora en la plenitud de los tiempos lleva a perfección lo que su Padre le hace manifestar al pueblo asumiendo la enseñanza de los mandamientos escritos en tablas de piedra y ahora, por Jesucristo, la ley nueva escrita ya no en piedra sino en el corazón de todos los que crean en él como Palabra definitiva del Padre y con la luz y sabiduría del Espíritu Santo.

De esta manera en la plenitud de los tiempos ha quedado para siempre establecida la plenitud de la ley que es Cristo, quien ha dado a todos sus creyentes y seguidores el amor a Dios y a los prójimos como plenitud perfecta y plena de la ley, sellada con la nueva alianza que él ha pactado con todos los redimidos por Cristo.

Para completar el significado profundo de la manifestación de Cristo con su transfiguración en el monte Tabor, hacemos también ahora, referencia a la persona y figura del profeta Elías, quien a su vez ha sido figura de Cristo profeta de los profetas.

Porque de muchas maneras o modos Dios en la antigua alianza habló por medio de los profetas, como Elías, pero ahora al enviar a Jesucristo al mundo para salvar a todos los hombres, nos da su Palabra encarnada, quien proféticamente anuncia la plenitud definitiva de la redención y salvación del género humano.

 

CONCLUSIÓN

Hermanos y hermanas: Todas estas enseñanzas de la Palabra de Dios en este domingo II de la Cuaresma, nos llevan a descubrir con fe más iluminada y profunda, que los cristianos en la montaña de la contemplación y de la oración por medio de Jesucristo, verdadero mediador entre Dios y los hombres y quien nos da al Espíritu Santo por voluntad de su Padre celeste para realizar la plenitud de la ley y del profetismo expresados en las personas de Moisés y Elías en la manifestación de la Transfiguración de Jesucristo y teniendo como testigos de este hecho luminoso que anuncia la resurrección de Jesús a  través del dolor y la muerte en la cruz a los discípulos y apóstoles Pedro, Santiago y Juan, podamos así asimilar y entender que el camino de la pasión y la muerte del Señor, por adelantado con la transfiguración podamos también nosotros, ser transformados o transfigurados, desde las sombras del pecado y de la muerte, por la gracia del perdón  y la misericordia divinos.

La cuaresma  es tiempo adecuado y oportuno para realizar con la gracia divina esta transformación en todo nuestro ser de hombres y mujeres y cristianos renovados con la gran solemnidad de la Pascua de este año que estamos viviendo.

¡Que esto sea un don de gozo, paz y comunión con Cristo y su Iglesia Particular de Zacatecas y la Iglesia Universal en comunión con el Papa Francisco y todos los Obispos del mundo!

+  Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas




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