Identidad natural y sobrenatural de los Cristianos

Fernando Mario Chávez
Fernando Mario Chávez

INTRODUCCIÓN Las lecturas bíblicas de esta eucaristía del Quinto Domingo, Tiempo Ordinario del Ciclo A, contienen contenidos doctrinales muy profundos, con los cuales se manifiesta el misterio del Reino de Dios al cual pertenecemos los cristianos bautizados, llamados por Cristo y con la acción vivificante del Espíritu Santo, en orden a cumplir la voluntad del … Leer más

INTRODUCCIÓN

Las lecturas bíblicas de esta eucaristía del Quinto Domingo, Tiempo Ordinario del Ciclo A, contienen contenidos doctrinales muy profundos, con los cuales se manifiesta el misterio del Reino de Dios al cual pertenecemos los cristianos bautizados, llamados por Cristo y con la acción vivificante del Espíritu Santo, en orden a cumplir la voluntad del Padre eterno, quien nos ha dado la vida natural de nuestra alma y nuestro cuerpo y la vida sobrenatural de la gracia, don gratuito que nos es dado a partir del amor que Dios, Uno y Trino, nos ha participado desde la eternidad. Esto que ahora les comunico en mi homilía, me da la base para tratar el tema que formulo de la siguiente manera: “Identidad Natural y Sobrenatural de los Cristianos”. Es necesario siempre tener identidad que nos debe caracterizar para mostrarnos ante el mundo y la Iglesia por lo que somos y actuamos, cumpliendo la misión que Dios nos encomienda, y conseguir así, nuestra salvación personal y comunitaria. Pasemos pues ahora a la exposición doctrinal y desarrollo de mi homilía.

IDENTIDAD NATURAL Y SOBRENATURAL DE LOS CRISTIANOS

  1. Identidad Natural. La entendemos a partir de que nacemos y somos hombre o mujer dentro de la especie humana. Cada persona recibimos de Dios y con la aportación de nuestros padres que nos engendran para vivir en el mundo que nos acoge y recibe, una señal o código genético, único e irrepetible dentro de las generaciones humanas y hasta la nuestra, que los biólogos han determinado como nuestro ADN, que hace saber nuestra constitución genética y biológica referida a nuestra forma de ser individual como imágenes de Dios mismo, inteligentes y libres. Así, por ejemplo, nuestro ADN lo captamos, de manera muy sencilla, por nuestras huellas digitales, absolutamente individuales e irrepetibles. En esto Dios nos hace saber que ante su infinita presencia y determinación al darnos la vida por medio de nuestros padres (hombre y mujer). Somos únicos y que Él nos ha creado y nos conoce a cada uno para vivir con la omnipotencia, la divina providencia y sabiduría de su acción creadora, con millones y millones de seres humanos. He aquí la maravillosa identidad de Dios mismo, siendo AMOR Absoluto e infinito y que actúa dando gratuitamente el don de nuestra vida individual y también comunitaria con la apertura social que también nos determina en este mundo.

 

  1. Identidad Sobrenatural. Esta identidad brota como de una fuente con nuestro bautismo que nos hace hijos adoptivos del Padre, hermanos de Cristo, el primogénito y morada santa del Espíritu Santo, con un carácter permanente e indeleble, que sella nuestro ser natural; en nuestra alma y nuestro cuerpo y en nuestro ADN. Nuestro ser humano es asumido fortaleciendo nuestra identidad natural y elevándola por la gracia a la vida sobrenatural que Dios, gratuitamente nos comunica con la plena libertad de su amor infinito y eterno. Esta identidad, que ahora estamos considerando, según el evangelio de este domingo, es triple: 1ª Sal de la tierra que debemos ser los cristianos; 2ª Luz del mundo y 3ª Ciudad visible y que no se puede ocultar por estar situada en un monte alto que se ve desde lejos.

 

La sal es un elemento familiar que da buen sabor y condimento a nuestros alimentos; ella preserva a nuestras comidas de la corrupción. Bella manera de expresar la identidad y cometido de todo cristiano: ser sal de la tierra, sal humilde, fundida, sabrosa, que actúa desde dentro, que no se nota, pero que es indispensable. Magnífico rol del cristiano: ser sal y sabor de la vida, de la gracia festiva, ser esperanza y optimismo sano y equilibrado dando paz y alegría de amistad con Dios para los hombres en medio de las pruebas y dolores de la vida presente y transitoria y salvando de la corrupción del pecado y rechazando siempre las insidias del demonio.

 

Todo auténtico cristiano, debe ser por vocación divina, para un mundo de tinieblas y lejanía del hombre que se olvida de Dios y vive como si no existiera, luz con la fe en Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, quien es la luz inextinguible de todo cristiano que se deja iluminar por el mismo Jesucristo, Luz del mundo, como creador y salvando a los hombre de las tinieblas, que desgraciadamente el diablo introduce en el corazón débil de los hombres, haciéndolos esclavos en la noche de toda desgracia, pecado y dolor. Ser luz irradiante de paz, fraternidad, en estado de gracia y para iluminar a los demás, con pensamientos, palabras y obras inspirados por la luz del evangelio.

 

Cristo quiere que seamos también, como ciudad construida y puesta en lo alto de un monte en donde no se puede ocultar y aparece manifiestamente para todo aquel que mire hacia lo alto de ese monte y sea aliento, convivencia, comunión alta, bella y esbelta.

 

CONCLUSIÓN PRÁCTICA DE NUESTRA HOMILÍA Y ALIENTO PARA SER CRISTIANOS COMPROMETIDOS Y DE VERDAD

Con nuestra celebración eucarística de hoy, pidamos a Cristo, vida nuestra, que con su gracia que nos da en este sacramento admirable, seamos con él y por él luz del mundo; sal de la tierra y ciudad firme en la montaña de nuestra oración y servicio al Señor y a nuestros hermanos. ¿Dónde?: en nuestras familias, en las escuelas y universidades, en los trabajos y ejercicio de las profesiones; en la vida social, política y económica; que ofrezcamos servicio y apoyo a los pobres, enfermos y necesitados. Todo esto lo pedimos humildemente en compañía de María y los santos. ¡Que así sea!

 

 

+  Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas

 




Más noticias


Contenido Patrocinado