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Hermanos (as): Estamos llegando al final del Ciclo C, de nuestras eucaristías dominicales, en este año 2019 y el evangelio de este domingo nos habla en labios de Cristo, de su venida gloriosa al final de los tiempos en los cuales la humanidad se va desarrollando hasta el encuentro con Cristo resucitado que ha de … Leer más
Hermanos (as): Estamos llegando al final del Ciclo C, de nuestras eucaristías dominicales, en este año 2019 y el evangelio de este domingo nos habla en labios de Cristo, de su venida gloriosa al final de los tiempos en los cuales la humanidad se va desarrollando hasta el encuentro con Cristo resucitado que ha de venir a juzgar a vivos y muertos y dar a cada uno, gloria o condena, según sus obras que haya realizado en esta vida, mientras caminamos hacia la casa del Padre en la gloria del cielo. En el tiempo de Jesús, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo en Jerusalén y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo lo que están admirando; todo será destruido”. Y entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va ocurrir esto y cuál será la señal de que ya esté a punto de suceder?”. Al leer este texto completo del evangelista San Lucas, nos damos cuenta que Cristo da señales terribles y tenebrosas que llenarán de angustia y temor a la muerte, a todos los hombres, pero claramente nos dice que todavía esas manifestaciones no son el fin del mundo. Esto será cuando el Hijo del hombre glorioso y resucitado llegue para juzgar a vivos y muertos y entonces su Reino de esplendor no tendrá fin. Muchos creyeron que este fin del mundo acontecería ya pronto y por esto algunos ya no querían trabajar: ¿Para qué?, si todo se acabaría. A este propósito, San Pablo exhortaba siempre a los tesalonicenses, que no fueran holgazanes y trabajaran siempre para conseguir y comer su propio pan, sin andar de ociosos y metiéndose en todo inconsideradamente con los demás. Aquí, es donde propongo nuestra homilía que tiene como tema el trabajo cotidiano como espera vigilante de la venida definitiva del Señor, que se conoce en griego como “la Parusía” al final de los tiempos.
EL TRABAJO DE CADA DÍA COMO ESPERA VIGILANTE DE LA VENIDA DEFINITIVA DEL SEÑOR
Aquí estamos tocando la espiritualidad cristiana del trabajo: su valoración, su empeño con alegría, pruebas y tristezas. Incluso entender y afrontar con ayuda comunitaria la falta de trabajo y oportunidades para conseguirlo y con él solventar la subsistencia para una vida justa, segura y feliz. Por “trabajo” entendemos ahora, todo tipo de actividad laboral: intelectual, manual, servicial, artística y creativa, realizada por el hombre y la mujer, independientemente de su valoración utilitaria, salarial o mercantil. Según estas perspectivas y siguiendo las enseñanzas de San Juan Pablo II en su Encíclica acerca del trabajo: “Laborem Excercens”, apunto en síntesis y brevemente las siguientes valoraciones acerca del trabajo, como acabo de precisarlo en sus aspectos fundamentales: