Cara a cara con la muerte

A 2 años de enfrentarse cara a cara con la muerte, Manuel, un muchacho de 25 años apenas comienza a hablar y a caminar. Dos días antes de la Navidad, Manuel y su pareja salieron al centro de un municipio cercano a la capital zacatecana para hacer las compras de la temporada y para los … Leer más

A 2 años de enfrentarse cara a cara con la muerte, Manuel, un muchacho de 25 años apenas comienza a hablar y a caminar.

Dos días antes de la Navidad, Manuel y su pareja salieron al centro de un municipio cercano a la capital zacatecana para hacer las compras de la temporada y para los regalos del Niño Dios.

A las hijas de su novia, las quería como propias, por lo que salieron a ver si encontraban los regalos que con tanta emoción y amor le habían pedido al Niño Dios.

Perseguidos

Pero al estar en el centro del pueblo, Manuel y Martha se percataron de que un vehículo los seguía y su reacción instintiva fue acelerar, hasta que ya no pudieron más y hombres armados detuvieron su paso.

Después, con lujo de violencia se llevaron a Manuel y Martha se quedó histérica.

Al día siguiente en los periódicos de nota roja, se hablaba de Manuel, habían dejado a un muchacho casi muerto debajo de un huizache en un lote baldío.

Para su padre fue desgarrador leer la nota, pues gracias a eso se dio cuenta de que ese muchacho que había sido encontrado bañado en sangre era su hijo.

Don Manuel narra que el 23 de diciembre, el muchacho fue llevado al Hospital General de Zacatecas, pero debido a que Martha les informó de la presencia de gente mala en el lugar, su padre optó por trasladarlo a otro lugar y esconderlo.

“Yo veía gente de una y de otra, que yo no conocía; la muchacha me dijo que eran gente mala que me lo llevara”, narra.  

Un milagro 

Con un dolor que se asoma en sus ojos, don Manuel aún recuerda que un balazo se lo dieron en la nuca y otro en la garganta, el cual le causó tanto daño que apenas empieza a hablar.

Don Manuel se cuestiona y se pregunta qué fue lo qué pasó, por qué su hijo tuvo que vivir esa experiencia:

“si yo nunca les he dado malos ejemplos, para que se vayan del otro lado, siempre he trabajado”, dice.

Le preguntó a Martha si había alguna razón para que lo hubieran atacado de ese modo, ella dijo desconocerlas.

Pero lejos de buscar una explicación o culpables, don Manuel estaba aferrado a su fe y confiaba en que su hijo saldría victorioso de sus cirugías.

Refiere que mientras los médicos le salvaban la vida, sostenía una disputa con su esposa, pues desanimada por escuchar los pronósticos médicos prefería que no destinara el dinero que él había ahorrado para los costos médicos.

“Su mamá me decía que para qué gastaba en tanta operación, como que no le interesaba si se salvaba a o no; aunque ella no estuvo, su hermana sí y eso me ayudó”, lamentó.

No tener el apoyo de su esposa para don Manuel fue devastador, pero no se dio por vencido, durante mucho tiempo y con sacrificios atendió a Manuel en hospitales particulares.

“No hay mejor satisfacción que ver a los hijos con vida y destinar lo que uno tiene en ellos”, manifiesta.  

Hoy, a casi tres años de ese accidente, don Manuel ve con satisfacción que su hijo ya empieza a caminar y a pronunciar palabras, pocas y cortas, sabe que es un nuevo despertar, un nuevo vivir.

Reconoce que aún tiene la espina de lo que pasó ese 22 de diciembre, pero el muchacho aún no puede contarle la verdad.

Imagen Zacatecas – Lilith Rivera