Amistades que matan

Martha era una joven muy bella, su piel morena contrastaba con sus ojos verdes, era amante de los gatos, altiva, segura de sí misma, ambiciosa, inteligente, vivaracha y carismática.  Sin embargo, desde hace casi cinco años no se sabe nada de su paradero, alguien “le puso el dedo”, como dicen por ahí y de ella … Leer más

Martha era una joven muy bella, su piel morena contrastaba con sus ojos verdes, era amante de los gatos, altiva, segura de sí misma, ambiciosa, inteligente, vivaracha y carismática. 

Sin embargo, desde hace casi cinco años no se sabe nada de su paradero, alguien “le puso el dedo”, como dicen por ahí y de ella solo queda su recuerdo. 

Su vida, suponen amigos y conocidos, se extinguió cuando tenía 25 años, lo último que se supo fue una publicación en redes sociales en la que se le culpaba de pertenecer a una célula del crimen organizado. Eso ocurrió una noche y por la mañana no había ningún rastro que condujera a su paradero. 

Esto, dicen quienes la conocieron, es falso, a lo sumo era la amiga de algún jefe de plaza o de sus subordinados, todavía se acuerdan de lo que le dolió la muerte de unos de sus amigos en un enfrentamiento y lo mucho que le lloró y reprochó su forma de vida, poco antes de que ella tuviera el mismo final. 

El secuestro

En alguna ocasión Dios la libró de morir a causa de los celos de otra mujer por uno de los “líderes”. 
Un par de años antes de su desaparición, comentó que la tuvieron secuestrada tres días en una colonia popular de su lugar de origen. 

Sus plagiarias fueron mujeres, todas miembros de un grupo criminal, que la lastimaron y torturaron. 
Al tercer día de su encierro, mientras la golpeaban, le informaron que la iban  a matar, pero llegaron al pueblo policías federales y militares, de modo que a sus secuestradoras no les quedó de otra más que dejarla abandonada para darse a la fuga.

Ella, como pudo escapó y con el tiempo se enteró de que las mujeres que le hicieron daño fueron asesinadas por sus enemigos.

Antes de desaparecer, contó que solo una de ellas había abandonado el grupo criminal al que pertenecía y estaba viva, caminando por las calles como si no debiera nada y eso la llenaba de rencor y más cuando se la encontraba de frente, pues lo único que podía hacer era voltear la cara.

“Sentía ganas de matarla, pero no soy así, aunque estoy llena de rencor, podría decirse que volví a nacer”, había dicho a sus amigas. 

Las lesiones que le quedaron no solo fueron físicas, pues las heridas internas nunca sanaron.

Sus otras amistades

Su vida transcurrió de manera normal, pero siempre se sintió atraída por los hombres que llegaban como nuevos “mandos” al pueblo y con los que fácilmente entablaba amistad, ya que era una mujer sencilla y tenía gran facilidad de palabra, además había algo en ella que hacía que todos confiaran de inmediato. 

Tal vez esos amigos que escogía se sentían abrazados por la calidez que emanaba y porque era muy alegre y le gustaba la fiesta, además era muy querida por todo el pueblo, precisamente por esas virtudes. 

Sin embargo, pagó el precio más caro por elegir  a ese tipo de amistades. 

Piden que vuelva

Sus amigas, a las que conoció en la universidad, rezan por su regreso y en sus redes sociales le publican mensajes esperanzadores, aunque saben que eso nunca pasará. 

Tres años después de su desaparición su papá falleció, hay quien dice que fue de tristeza y su mamá nunca fue la misma. 

La casa en la que ella y sus hermanos crecieron, hoy yace abandonada. 

Imagen Zacatecas – Lilith Rivera