A sus 16 años, como todas las jovencitas, Elena vivía con muchas ilusiones y aunque tímida agradecía a Dios cada día que la vida le daba. Tímida y muy sencilla no hacía falta verla mucho para darse cuenta que era una adolescente muy bella y que la falta de estudios se notaba en su hablar. … Leer más
A sus 16 años, como todas las jovencitas, Elena vivía con muchas ilusiones y aunque tímida agradecía a Dios cada día que la vida le daba.
Tímida y muy sencilla no hacía falta verla mucho para darse cuenta que era una adolescente muy bella y que la falta de estudios se notaba en su hablar. Y es que no terminó ni la secundaria para hacerse cargo de su casa y atender las responsabilidades que un hogar con hermanos pequeños demandaba.
Su día se iba en lavar trastes, barrer, trapear y preparar el almuerzo y la comida, pero ella había aceptado sus labores y era feliz.
Debido a su timidez salía muy poco y sus amigos eran casi inexistentes, pero a ella, su mamá y sus hermanos le alcanzaban para estar contenta, pues a su padre nunca lo conoció y trataba de hacer que las cosas para su madre no fueran difíciles cuando regresaba del trabajo.
Un día volvió a ver a una excompañera de la escuela, quien luego la siguió frecuentando, ella la visitaba en su casa casi todos los días, hasta que un día la invitó a una fiesta.
Emocionada, Elena aceptó la invitación y se fue con su amiga; ella ignoraba quién la ofrecía o qué celebrarían, pero estaba contenta porque podría conocer gente, salir de su casa y por fin decir que podría tener amigos.
Al llegar al lugar y ver vehículos de lujo estacionados le pareció muy extraño y al entrar vio a muchos hombres y a otras mujeres que le parecieron a decir de ella, “extraños”, miró de reojo y vio muchas armas.
De inmediato quiso salir, pero no le fue posible, pues cuando pretendía hacerlo un hombre se le acercó y sin percatarse ya la llevaba cargada.
La llevó a un cuarto, la encerró con llave y cuando comenzó a gritar pidiendo ayuda recibió un golpe muy fuerte y enseguida la ropa le fue desgarrada.
Sangre, su cuerpo respondió con sangre, su boca y su nariz no fueron indiferentes al primer puñetazo, ni a los otros golpes que siguieron para que ese sujeto saciara de una manera aberrante sus instintos más básicos; no sabía porque sentía tanto dolor, tanto miedo y tanto asco. Nunca pensó que podría sentir tanto odio y temor hacia una persona a minutos de saber que existía.
Llegó a un punto en el que no supo más de ella y lo que siguió fueron días de encierro en los que estuvo sometida a todo tipo de vejaciones, cada día que pasaba rogara que fuera el último, así pasaron el tiempo, ella no sabe cuánto, pero le pareció una eternidad en la que permaneció desnuda y encerrada en una habitación.
Nunca, ni en sus pesadillas había pensado que su primer encuentro sexual hubiera sido por la fuerza, con un hombre que más bien parecía una bestia y que además era un completo desconocido, a quien solo le bastaron unos segundos para disponer de ella como si de un objeto se tratara.
Ella estima que más o menos después de tres o cuatro días, ese sujeto se aburrió de tenerla encerrada, le mandó comprar ropa y la echó de la casa.
Elena regresó a su casa, pero nunca fue la misma. Su familia intuía lo que le había pasado y hubo quien la revictimizó por lo que le ocurrió.
Tardó mucho tiempo para darse la oportunidad de salir de su casa y conoció a un muchacho de quien se hizo novia, pero al poco tiempo lo abandonó, porque a pesar de los años transcurridos desde su dolorosa y traumática experiencia no soportaba tener a los hombres cerca.
Hoy, más de 10 años han pasado y ella sigue guardando los traumas y aunque la fecha parece quedar en el olvido apenas comienza a superarlo.
La historia de Elena, es un hecho veridico que ocurrió en una de las comunidades del sur del estado de Zacatecas, el nombre fue cambiado para proteger la identidad de quien tuvo el valor de expresar una pesadilla, para que nadie más la viva.
Imagen Zacatecas – Lilith Rivera