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Una enfermedad multisistémica que afecta al corazón, los riñones y otros órganos.
La visión tradicional de que la diabetes solo requiere medir y controlar la glucosa quedó atrás. En la última década, la evidencia científica mostró que esta condición actúa como una enfermedad multisistémica, capaz de dañar al corazón, los riñones y otros órganos incluso cuando los niveles de azúcar parecen adecuados.
Este cambio de paradigma cobra especial relevancia en México, donde la enfermedad renal crónica (ERC) avanza con una velocidad superior a la de muchos países.
El endocrinólogo Rubén Oswaldo Silva Tinoco explicó que la diabetes “afecta prácticamente a todos los órganos” y destacó que el riñón figura entre los más vulnerables.
Cuando el daño progresa, los pacientes requieren diálisis o un trasplante, tratamientos que podrían evitarse con una detección temprana.
En México, el incremento de la ERC responde a factores como predisposición genética, hábitos de vida poco saludables, altas tasas de obesidad y dificultades para acceder a servicios médicos de calidad. El especialista afirmó que se trata de un “fenómeno multifactorial” cuyo impacto resulta más severo en la población mexicana.
Aunque controlar la glucosa sigue siendo indispensable, ya no basta. Los expertos identifican un riesgo residual: daño progresivo en el riñón y el corazón que ocurre incluso con niveles normales de azúcar. Frente a ello, surgieron tratamientos que buscan proteger órganos clave y modificar la evolución de la enfermedad.
Dos grupos de fármacos destacan en este enfoque integral. Los inhibidores de la DPP-4, como la sitagliptina, ayudan a regular la glucosa y ofrecen un perfil seguro, especialmente para adultos mayores o personas con daño renal avanzado.
En paralelo, los iSGLT2 o glifosinas actúan directamente en el riñón y reducen la presión arterial, la sobrecarga renal y el riesgo de insuficiencia cardiaca. Por estos beneficios, hoy los recetan endocrinólogos, nefrólogos y cardiólogos, incluso en pacientes sin diabetes con enfermedad renal o cardiovascular.
Silva Tinoco recalcó que detectar proteinuria o albúmina en orina al menos una vez al año permite intervenir antes de que el daño renal sea irreversible. Además, subrayó que una alimentación balanceada, actividad física y apego al tratamiento pueden asegurar que una persona con diabetes alcance una expectativa de vida comparable a la de alguien sin la enfermedad.
El reto, concluyó, es abandonar la visión centrada solo en la glucosa y adoptar un manejo integral que prevenga el daño renal y cardiovascular.