Una guerra

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Hasta hace algunas semanas se asomaba la posibilidad de una guerra. Nadie lo queríamos y tampoco lo creíamos. Hoy tampoco lo queremos pero ya está aquí. Sí, en pleno siglo XXI, el tiempo en el que se supone que habíamos aprendido de los errores del pasado, en el que nos habíamos vuelto más tolerantes y … Leer más

Hasta hace algunas semanas se asomaba la posibilidad de una guerra. Nadie lo queríamos y tampoco lo creíamos. Hoy tampoco lo queremos pero ya está aquí. Sí, en pleno siglo XXI, el tiempo en el que se supone que habíamos aprendido de los errores del pasado, en el que nos habíamos vuelto más tolerantes y modernos, más civilizados. Pues la realidad es que hoy, en Ucrania, se ha soltado otra vez el demonio y hay seres humanos presionando gatillos que disparan proyectiles y que otros andan a pie, armados, esperando no encontrarse a la vuelta de la esquina con algún pelotón de invasores dispuestos a dispararles a quemarropa. Y, claro, también hay seres humanos hacinándose en los túneles del metro para salvaguardar sus vidas cuando ya no pudieron -o no quisieron- huir de esa surrealista situación.

En las guerras no hay bando bueno y bando malo. Todo el que toma un arma y va dispuesto a matar al otro ha sucumbido ante las pretensiones del mal que siempre han sido las de ver a los hombres odiarse unos a otros hasta quitarse las vidas entre ellos. No, en las guerras no hay buenos, lamentablemente. Hay unos más perversos que otros, eso sí. Hay quienes no quieren, por supuesto, pero tienen que hacerlo y su culpa, queda claro, es menor. En las redes todos hemos puesto a circular esa frase del piloto de guerra alemán Erich Hartman: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

Todos nos hemos vuelto expertos en guerras y embajadores de paz pero la realidad es que nadie comprendemos por completo ni las causas ni imaginamos siquiera las posibles consecuencias, y éstas pueden ser graves. Está claro que las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial nunca sanaron del todo y que la así llamada “Guerra Fría” está ahora más caliente que nunca al avivarse tanto la tensión entre Oriente y Occidente, principalmente las dos potencias mundiales: Estados Unidos y Rusia.

Yo no creo que haya existido de alguna parte la férrea voluntad de hacer la guerra, lo que sí creo es que nunca existió completamente la voluntad de evitarla, que al final terminaron siendo la arrogancia, la ambición desmedida por el poder y por demostrar el músculo a los otros, lo que acabó interponiéndose entre todos los llamados a la sensatez y al diálogo que hizo en su momento -y sigue haciendo- la comunidad internacional para evitar que se profanara la tan anhelada paz entre los pueblos.

Ojalá que este conflicto termine pronto y que no sufran quienes no lo merecen, primero, porque no lo quieren y, segundo, porque no tienen como evitarlo. Oremos por la paz.




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