También a Argentina

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Se antoja absurdo rasgarse vestiduras por una supuesta patada de un argentino a una camiseta verde, cuando en nuestro país ocurren no simbólicos, sino reales ataques arteros a otras personas.

En su novela “Los cuadernos de Don Rigoberto”, el peruano Vargas Llosa critica a esa degeneración del espíritu deportivo que nos lleva a que la máxima aspiración del pópulo sea “ver a sus once ídolos subidos en un podio, flamantes de ridículo en sus calzones y camisetas rayadas, las manos en el pecho y los ojos encandilados ¡cantando un himno nacional!”.

Si la religión fue calificada como “opio de los pueblos”, ¿qué calificativo daremos hoy a este futbol mundialista que se erige como religión de los pueblos… o motivo de disputas por defensas de nacionalismos, como sucede con la reciente disputa de mexicanos contra argentinos?

Se antoja absurdo rasgarse vestiduras por una supuesta patada de un argentino a una camiseta verde, cuando en nuestro país ocurren no simbólicos, sino reales ataques arteros contra mujeres y niños, contra inocentes; cuando asesinan a otra y otra mujer y eso se mediatiza durante dos o tres semanas y después todo vuelve al olvido e impunidad; cuando de veras se hiere a México… y esto a manos de mexicanos.

Soy humano y nada humano me es ajeno, enseñó Terencio. La inteligencia no tiene sexo —tan inteligente puede ser un hombre como una mujer— y tampoco tiene nacionalidad —tan genial puede ser un mexicano como un argentino—. Amo a México con toda mi alma, y también a Argentina. A ambos por sus grandes aportes al mundo y a mi realidad.

Amo a la Argentina de italianos prófugos que buscaron levantar otra nación. Amo su entonación de la lengua española, su alta autoestima tan criticada, su Buenos Aires bien trazado y sus pueblos y pampa celebrados, su cultura e historia tan accidentada.

Amo a Gardel y su “Mano a mano”. A Goyeneche y su hermosa canción “Uno”. A Borges y sus poemas —como “Las causas” y “El poema de los dones”— y sus cuentos —como “La forma de la espada” y “El Aleph”—. A Cortázar y su “Rayuela” y su “Historias de cronopios y de famas”.

Amo a Sábato y “El túnel”; a Sarmiento y “Facundo”; a Hernández y “Martín Fierro”; a Güiraldes y “Don Segundo Sombra”. Amo a Argentina por su grandeza y sus heridas: desaparecidos, dictaduras y economía tan lastimada. Amo, también la amo.

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