Son nuestros hijos…

Son nuestros hijos. Forman parte de las generaciones que nos comprometimos a cuidar, a educar mejor.

Son nuestros hijos. Hoy están muertos.

Son nuestros hijos. Los vivos, mi hijo, mis hijos, están expuestos. Al reclutamiento o al ataque. Al secuestro, al asalto.

Son nuestros hijos. Quien no puede entenderlo así está condenado a condenarnos.

Son nuestros hijos. Quienes no están cumpliendo con su trabajo son parte del riesgo en que están nuestros hijos.

Se trata de nuestros hijos. Hay miedo, impotencia y derrota.

Son nuestros hijos. Muchos tenemos que dejarlos solos la mayor parte del día, precisamente porque los amamos.

Son nuestros hijos, diseminados en 58 municipios y cientos, miles de comunidades.

Son nuestros hijos. No podemos hacernos de la vista gorda. Repito: en algún momento nos comprometimos a hacernos cargo de ellos. De su educación, de su integridad, de su crecimiento.

Son nuestros hijos. Se apachurra mucho cuando uno apachurra también cada tecla de esta letanía.

Son nuestros hijos. Nadie puede darse el lujo de permanecer indiferente.

Son nuestros hijos. Las letras se quedan chicas.

Son nuestros hijos. Y muchos de ellos están desaparecidos.

Son nuestros hijos. De pronto parece que cada dolor familiar es un cubículo, un espacio aislado.

Son nuestros hijos. El presente de un país, un estado, un municipio, una localidad.

Son nuestros hijos. Tenemos amenazado, expuesto, ese futuro.

Son nuestros hijos. ¿Cómo cuidarlos mejor? ¿Por qué estúpidamente importan más los intereses políticos o económicos?

Son nuestros hijos. La indiferencia mata.

Son nuestros hijos. Los minutos de silencio son nada.

Son nuestros hijos. Son los hijos de todos nosotros.

Son nuestros hijos. Muchos papás nos esforzamos tanto, que sentimos que de ningún modo merecemos esto.

Son nuestros hijos. A partir de ahora los restringimos más, los cuidamos más.

Son nuestros hijos. Todos tenemos miedo.

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