¿Sirven de algo las comparecencias de funcionarios?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

En serio, ¿sirve de algo este procedimiento? ¿no es algo más bien simbólico o simulador o, de plano, ocioso?

En su obra “El criterio”, el filósofo español Jaime Balmes escribió que algunos humanos “tienen el talento de ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver lo que no hay, y nada de lo que hay”.

Así cómo podemos avanzar.

Ante el reciente inicio de comparecencias de funcionarios del gobierno estatal de Zacatecas, después de haber sido entregado el segundo informe, cabe preguntarse si tiene alguna utilidad este ejercicio en que, durante horas, un o una titular de dependencia emite un mensaje donde plantea lo que considera lo mejor de su labor… y enseguida recibe tanto alabanzas de legisladores afines como reproches de los contrarios.

Debemos preguntarnos si ayuda este duelo de témpanos inquebrantables.

En serio, ¿sirve de algo este procedimiento? ¿no es algo más bien simbólico o simulador o, de plano, ocioso?

¿De veras nos creemos, como ciudadanos, que el funcionario o funcionaria baja de la tribuna con un propósito de cambiar su modus operandi? ¿De veras un opositor concluye “Ahora caigo: este secretario tiene razón”?

¿De veras ayuda al ejercicio de gobierno esta glosa (“glosa”, palabras, es sinónimo de “verba”) donde ni una parte ni otra está dispuesta a ceder?

He apreciado que, para muchos, lo más emocionante de estas comparecencias es el momento en que arrecian los confrontamientos. Nos gana el morbo. Igual que en los grandes debates presidenciales, podemos deleitarnos más en los dimes y diretes que en la firmeza y viabilidad de los planteamientos.

Ése, que parece ser nuestro signo, puede ser nuestra pesada condena.

Por otro lado, la historia nos ha mostrado que quienes son más bravucones en la campaña no necesariamente son los mejores al gobernar.

Son atractivos para el electorado, sí… pero sólo porque dan buen espectáculo.

Vuelvo a las comparecencias: ¿Su realización es decisiva para la vida socioeconómica del estado? Las opiniones contrarias que allí se vierten… ¿son consideradas por quienes gobiernan? Todo lo que allí se plantea… ¿llega a influir en la reorientación de las políticas públicas que dictan quienes nos gobiernan?

Disculpen la caricatura: parece que cada maratónica sesión se resume en que el compareciente dice “Sí” y el opositor responde “No”. Luego el compareciente dice “Pudiera ser No… pero Sí”. Y entonces ni enriquece su visión uno ni otro, ni los cientos de aplaudidores llevados a la sede del Poder Legislativo.

Urge que replanteemos esto, siquiera con el fin de hacer del tiempo de todos algo más provechoso para el destino común.

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