Sin Dios

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Con respecto a la terrible tragedia de Uvalde, Texas, el pasado martes 24 de mayo, en el que fallecieron veintiún personas -diecinueve niños y dos adultos- a manos de un joven de apenas 18 años, el activista provida Eduardo Verástegui escribió la siguiente opinión: “El problema no son las armas. El problema es no tener … Leer más

Con respecto a la terrible tragedia de Uvalde, Texas, el pasado martes 24 de mayo, en el que fallecieron veintiún personas -diecinueve niños y dos adultos- a manos de un joven de apenas 18 años, el activista provida Eduardo Verástegui escribió la siguiente opinión: “El problema no son las armas. El problema es no tener a Dios en el corazón.”

 

Vamos a suponer, por un momento, que el tráfico de armas y aún su venta legal desaparecen, se borran del mapa. Que las armas ya ni por deporte se puedan usar. ¿Usted cree que se acabó con el problema de que un ser humano se sienta con la potestad de ir a quitarle la vida a otro, por la razón que sea? Tarde o temprano tomaría una piedra o hasta con sus propias manos sería perfectamente capaz de ir a arrancarle el aliento a alguien. El asesinato se gesta en la intención de una persona, es decir, en su corazón.

 

A mi me han dicho muchas veces: “cuando sacas un arma es para usarla”. Yo creo que ya el puro hecho de tenerla o de portarla conlleva algo más. Sí, sé que habrá quien opine que hay que tener con qué defenderse, nunca se sabe; pero aquello es, precisamente, una acción preventiva ante las posibles consecuencias de un acto provocado por la falta de Dios en el corazón.

 

“El hombre es lobo del hombre”, afirmaba Hobbes y lamentablemente, aunque generaciones han pasado y se supondría que como sociedad se ha evolucionado, esta idea sigue siendo el eje rector de toda la convivencia humana: Sácale provecho a quien puedas, somete a quien te agrede, humilla a tu oponente, seduce a quien te plazca, mata a quien represente una amenaza, porque no hay nadie, absolutamente nadie, que se aproxime a ti sin interés alguno, por el sólo ánimo de estar contigo, de ofrecerce a hacerte feliz, a aportarle algo a tu vida. Quien no eres tú está contra ti. Así de simple.

 

El mal seguirá ganando terreno mientras no le cedamos el paso al bien. Y el bien es Dios. Y actúa a través del corazón de cada persona. Es necesario un proceso de conversión hacia Dios de cada ser humano. Es idealista y casi utópico pensar que toda la humanidad va a volcarse hacia el bien de repente cuando no lo hizo al conocer los horrores del holocausto, ni después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, por ejemplo. Pero es posible. Y lo único que lo haría imposible es que usted que está leyendo esto no empiece desde ya a ser mejor persona ahora mismo. Que no se pregunte ¿qué es lo que hace que el mal llegue y prenda en mi de repente como fuego en estopa? ¿Qué hace falta para tener a Dios en mi corazón de una vez por todas? ¿Qué tengo que quitar de ahí para que Él entre?




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