
Las llamadas políticas culturales contemplan muchas veces un gasto exorbitante para eventos selectos de “promoción cultural” a donde son invitados sólo grupúsculos o personajes selectos.
Tremendo debate es éste de la promoción cultural, sobre todo cuando se consideran los extremos tanto del elitismo como el de la masificación.
Por años, hemos visto eventos “culturales” donde, ya sea por el absurdo de la que se presenta como obra artística, ya sea por la falta de instrucción elemental o de acercamiento a las artes, jugamos sin querer al cuento del traje invisible del emperador: en pleno evento nos seguimos la corriente de que está chido lo que muy internamente no encontramos chido.
Pero no la hagas de tos: agarra tu canapé, hay vino gratis.
Con esto me refiero tanto a los eventos de artes visuales como a los de musicales, literarios, teatrales, mixtas… Vaya: hasta las magnas conferencias académicas.
Por otro lado, las llamadas políticas culturales contemplan muchas veces un gasto exorbitante para eventos selectos de “promoción cultural” a donde son invitados sólo grupúsculos o personajes selectos. Nos cuesta mucho dineral cada acto de corte cultural con poca difusión o dedicado, en el fondo, sólo al gobernante y sus cuates o a los funcionarios de Cultura y sus cuates.
¿Sigue siendo “promoción cultural” cuando es sólo para unos cuantos? El tema es complejo, sobre todo al analizar casos en que se compromete mucho recurso público para dejar, por ejemplo, a un festival que se supone es de introducción a la cultura (o promoción de ella) como mero festival de conciertos/espectáculos comerciales. Como si la tarea fuera llenar la cartelera para competir con un ferial teatro del pueblo.
El tema es complejo, sobre todo al analizar casos en que el evento cultural o el propio festival de promoción cultural se ofrece como plataforma para publicitar sólo a amigos, compadres, específicos grupos de interés.
El tema es complejo, sobre todo al analizar que, en cada edición anual de un festival cultural estatal, vuelve a ser marginada la comunidad artística local, vuelven a ser marginados los activistas culturales, vuelven a ser marginadas las salas de lectura, vuelve a ser marginado el sistema estatal de bibliotecas públicas, vuelve a dejarse sin invitación a los gremios educativos, vuelven a dejar sin espacios a los locales talleres literarios, de pintura, de teatro…
El tema es complejo, sobre todo al analizar que, cada año, en lugar de enfocar las baterías a una cruzada de introducción a las artes y descentralización de actividades culturales vuelven a amenazar la trivialización y la búsqueda de complacencia a un Juan Pueblo al que casi rotundamente no se interesa educar.
El tema es complejo, sobre todo al analizar que no se emprende una suficiente campaña de promoción de la semana cultural ni en municipios ni en otros estados del país. Menos hablemos de involucrar en ella a las comunidades emigrantes.
El tema es complejo, sobre todo al ver que es fácil conjeturar que el contenido de un festival de promoción cultural pudo haber sido decidido por los gustos del gobernante o de sus hijos o de sus amigos.
El tema es complejo, sobre todo al analizar que al final los espectáculos son mayoritariamente para los vecinos de las colonias céntricas… porque ni siquiera hay un buen sistema de transporte público a altas horas de la noche, cuando terminan los eventos.
El tema es complejo, sobre todo al analizar que no se logra el equilibrio entre lo meramente cultural y lo meramente comercial.
El tema es complejo, sobre todo al analizar que la cartelera de actividades se anuncia tarde y mal… y el evento de presentación es más un coctel de la socialité, un lujoso agasajo para el club de Toby, incluso otro acto de promoción política, que un verdadero encuentro de creadores y críticos.
El tema es complejo, sobre todo al ver en el balance final que se confundió a todo un festival con los ocho o diez conciertos musicales en su foro principal. Y no culpen a la gente, sino más bien a quienes se supone que deben velar por que se cultive (de allí viene la palabra “cultura”) a la gente.
¡Ah! Pero la inversión en promoción cultural es millonaria e histórica… cuando es sólo para unos cuantos y hasta puede reducirse a mera promoción política.