Necesitamos a las bibliotecas públicas

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Gracias a ellas se difunde la luz de la razón, lo escolar se vuelve extraescolar: no fijo a un horario ni a un plantel.

Soy ferviente admirador de las bibliotecas públicas. Ellas son escalera para que los hijos de los agricultores, los comerciantes, los albañiles y obreros accedamos a la sabiduría acumulada por los siglos y las latitudes.

Mucho debemos a las bibliotecas públicas. Gracias a ellas se difunde la luz de la razón. Gracias a ellas, lo escolar se vuelve extraescolar: no fijo a un horario ni a un plantel. Desempleados, autodidactas, aspirantes a escritores… toda persona tiene cabida en estos centros tan democráticos.

La educación no puede comprenderse cabalmente sin las bibliotecas públicas. Quienes, por ejemplo, conocen la historia del estado de Zacatecas saben muy bien que no fue casualidad que la primera biblioteca laica, pública y gratuita que estableció el gobierno (el encabezado por García Salinas) llegó tres semanas después de la fundación del entonces Instituto Literario: es decir, la hoy universidad pública.

Demasiados logros pueden darnos las bibliotecas públicas de nuestro estado. Hay que servirlas, hay que trabajarlas, hay que organizarles muchas actividades, hay que conformar equipos de trabajo que dentro de ellas nos den mucho más.

Hay que reactivar las bibliotecas públicas. No es un trabajo redituable. No es una plaza de poder. No es tarea para acrecentar el capital político, ni el económico, ni el electoral. Es más bien un trabajo para personas que de veras tengan vocación, que de veras amen la lectura.

Trabajar para las bibliotecas públicas requiere mucha generosidad.

No puede entenderse el bienestar y el progreso sin las bibliotecas públicas. Una comunidad que no lee, que no piensa, que no analiza… está condenada a estancarse en la barbarie cotidiana.

Difícilmente formaremos a las nuevas generaciones en el ejercicio de la reflexión sin las bibliotecas públicas. Necesitamos mantener el interés de nuestros relevos en la lectura y el debate.

Pobre pueblo es el que no cuenta con bibliotecas públicas. Más pobre es el que cuenta con ellas y no sabe o no puede o no quiere aprovecharlas.

Necesitamos a las bibliotecas públicas. Son nuestras y de quienes siguen detrás de nosotros. La historia continúa observándonos a todas y todos. Continúa observando lo que en nuestros centros bibliotecarios levantamos, y lo que en ellos dejamos caer.

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