
Opinión José Antonio Rincón
Cada palabra que salía de la boca de ese anciano desaliñado y semi harapiento correspondía a una voz dulce, reposada y melodiosa, agradable al oído, cautivante. Era un sabio .
Y sí, sí era auténtico el uruguayo Pepe Mujica, filósofo natural, guerrillero, político y con gran amor a la vida, que consideraba un milagro. Hace apenas unos días cruzó el umbral de esta vida terrenal y en su corazón quedó grabada la divinidad como más adelante lo comentaré,
Cada palabra que salía de la boca de ese anciano desaliñado y semi harapiento correspondía a una voz dulce, reposada y melodiosa, agradable al oído, cautivante. Era un sabio .
Condenaba el consumismo atroz, la ambición desmedida por tener, venimos de la nada y vamos a la nada, la vida es la aventura de la molécula y Dios no existe, eran sus ideas recurrentes.
Socialista tan auténtico, que dijo que Castro sólo quiso serlo, e implícitamente dice que se convirtió en un tirano dictador con su estirpe.
Vivía más que austero en el campo en una casa rústica sin lujos, pero decía que no le faltaba nada, su vehículo un viejo vocho y acudía a los servicios de salud en las instituciones públicas haciendo fila igual que los demás, aunque sabido que no era igual y así lo asumía.
Eso de jugarle al pobrecito me sembraba duda porque hasta jefe de estado fue y lo del viaje de la molécula y la inexistencia de Dios, no encontraba su base racional, porque el derecho a opinar es respetable, pero no necesariamente el contenido de la opinión.
Pero ya todo se despejó con palabras del él mismo y por eso para mí sigue siendo auténtico.
En cuanto a su vida más que austera, era así se costumbre, se sentía bien, no obstante las posiciones más altas que ocupó, eso dijo y a una pregunta sobre si era marketing político, no negó que pudiera serlo.
Que distinto con nuestro líder Andrés Manuel López Obrador, predicar la pobreza franciscana y gastar en dos palacios: Los Pinos y su costoso mantenimiento y Palacio nacional hasta con gobernador. Es cierto que no tiene dinero pero no lo necesita, los bienes también son en especie y le llegan por carretadas a Palenque. A la capital de Reino Unido mandó a su hijo menor y a los mayores los enriqueció.
Respecto a la inexistencia de Dios, Mújica expresaba que venimos de la nada y vamos a la nada y que es el viaje de la molécula, la eternidad no existe y no le interesaba ser recordado. Y dejó esto: amaba la vida, consideraba el amor lo más grande y el respeto a la naturaleza, el exceso de bienes inútiles y el consumismo atroz lo aborrecía porque es un obstáculo para la realización y la felicidad.
Vidas con propósito, profesores que enseñen a amar, más que dar conocimiento.
Todo eso nos habla de un espíritu honesto e inquieto al repetir que la vida es un milagro, y que a lo mejor sí existe Dios que bueno, como albergando la esperanza de su existencia, evidencia de la huella imborrable escrita en su corazón.
Todo eso me hizo recordar tres cosas que indican que el gran José Mújica no era religioso pero tampoco Ateo.
Una: un espíritu está inquieto hasta que no descansa en Dios, porque fuimos creados para él, decía San Agustín de sí mismo.
Mújica sin duda era un espíritu inquieto y por tanto un hombre con hambre espiritual.
Dos: La existencia de Dios no fue escrita , sino gravada en el corazón del ser humano, dice un pasaje bíblico. Y no se puede borrar.
Y las palabras de Mújica de su deseo o casi anhelo de que Dios exista, lo que le parece bueno, corresponde a la huella gravada por la divinidad en su corazón y en la de todos los hombres, es por eso que consideraba que la vida es un milagro y lo más importante es el amor.
Tres: el maestro Cristian Gómez, filósofo y teólogo presidente del Museo Maná de las Sagradas escrituras de CDMX, eso es lo que sostiene, que en realidad una persona que se dice ateo, no lo es. Mújica es el ejemplo.
Y efectivamente el camino y la vida admirable de ese gran hombre auténtico que fue Pepe Mujica, nos lo demuestran. Se decía ateo, pero el amor era el núcleo de su vida, que consideraba un milagro y al final albergaba la idea de que Dios realmente existiera, lo que no lo contradecía.
Hacen falta personas auténticas como él, que sin negar el progreso privilegian la felicidad que es el amor fraternal o ágape, la marca de la divinidad gravada en el corazón del ser humano.