Malditos los seguros de sus postulados

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

En estos tiempos en que revolotean dañinos absolutos son fundamentales la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la reflexión conjunta.

La verdad es tan maravillosa como extensa; tan profunda como innegable; tan cotidiana como misteriosa. La verdad nos hace libres porque es la luz que nos libra de confusiones o pasos errados o inútiles. La verdad es la base, el origen y el destino.

La búsqueda de la verdad es mejor (y nos hace mejores) cuando ella es entendida como un descubrimiento progresivo y común, como una construcción conjunta, más que como mera posesión individual o simple bandera.

Por eso es inútil la razón a la que se busca imponer, es ridículo el arranque de querer que ondee a toda costa. Si es verdadera, tal razón no precisa más.

Por eso el fanatismo no puede tener cabida en la búsqueda del progreso. Por eso son peligrosas las personas que asumen como guerra sus cruzadas de paz. Por eso son tan peligrosas: porque no quieren escuchar.

Malditos son los seguros de sus postulados. Malditos los que se sienten iluminados y por ello buscan dejar a los demás en rotunda oscuridad. Malditos son los que no dudan, los que no quieren buscar más.

Malditos son los que hacen de su intolerancia una cruzada de convicción. Malditos son los que, en nombre del vigor de la palabra, con ella aplastan. Malditos los que buscan adeptos y no dialogantes.

En estos tiempos en que revolotean dañinos absolutos son fundamentales la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la reflexión conjunta. Sin ellos es difícil construir algo que pueda mantenerse en pie y pueda mantenerse útil.

El escultor George Braque postuló que sólo puede inventarse la mentira, en tanto que la verdad es. La verdad existe. Por eso resulta vano todo intento de rediseñar, readaptar y redimir.

Malditos son los que maldicen en nombre de una supuesta bendición a la que no quieren cuestionar.

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