Importancia del juego

Dedicado a Marcos Meléndez Martínez el hermano audaz   Las formas de vida cambian conforme pasa el tiempo. Hoy día difícilmente es posible reunir una cantidad suficiente de niños para organizar de manera ordinaria o espontánea, un juego de conjunto en la colonia, el barrio, la comunidad. Hay restricciones para reunirse con niñas y niños … Leer más

Dedicado a Marcos Meléndez Martínez el hermano audaz

 

Las formas de vida cambian conforme pasa el tiempo. Hoy día difícilmente es posible reunir una cantidad suficiente de niños para organizar de manera ordinaria o espontánea, un juego de conjunto en la colonia, el barrio, la comunidad. Hay restricciones para reunirse con niñas y niños de edades afines en horarios fuera de clase. Las familias tienen muy pocos hijos respecto a otras épocas y la relación social acontece en tiempos más restringidos que antes.

Tampoco les anima a participar sabiendo que haya carencia de implementos, artículos deportivos e indumentaria; menos aún creer que es posible jugar en cualquier espacio como calle o baldío.

Hace años era común ver conjuntos de niños organizándose para divertirse. La distribución de los integrantes tocaba a los dos mayores y buenos en el deporte. Daban nervios cuando se iban seleccionando, porque generalmente se disputaban a los hábiles y ligeros para correr, buenos para batear, fildear o desempeñarse en alguna de las bases del “Juego de pelota”. Pocas veces había discordia por los lanzadores y siempre se prescindía el catcher (receptor), era más importante tener jugadores en el resto de las posiciones.

Había grandes carencias. Eventualmente utilizaban un trozo de bat que conseguían con algún hermano mayor, otras veces un simple palo de pino, álamo o garrocha de sotol. La pelota era de reuso, a veces sin forro. Cuando conseguían guante protector se lo proporcionaban a quien pichaba o defendía las bases. El resto de los jugadores se ingeniaba la forma para proteger sus manos. En algunas ocasiones con la camisa enredada, una rama de gobernadora, un cartón, una lámina metálica o un simple zapato. Lo importante era detener la bola, tanto del batazo, como del lanzamiento de algún compañero.

Los sábados por la tarde eran más emocionantes y plenos porque la mayoría había logrado cumplir con las faenas de ayudar en el trabajo de los padres y haber asistido a la doctrina, así que la concurrencia era mayor que en otros días de la semana.

Estos juegos se desarrollaban en el patio terroso formado entre las construcciones del casco de la hacienda, una especie de rectángulo al que faltaba uno de sus lados cortos, los otros tres, uno era la pared de la capilla del rancho, otro los muros de una gran bodega, dos estancias adjuntas y la escuela, el tercer lado eran los linderos de una vieja caballeriza. En dos de esos lados habían frondosos árboles pirul  los cuales daban una sombra fresca y grata, bajo la cual los vecinos disfrutaban de aquel singular y bullicioso espectáculo.

Había una inclinación natural del terreno, misma que provocaba que, aunque la pelota recibiera un batazo fuerte, rodaba cuesta abajo. Las limitaciones eran sustituidas con creatividad y actitud de ingenio.

Relacionarse socialmente, divertirse, solidarizarse, colaborar, trabajar en equipo es imprescindible y uno de los grandes retos por superar en la familia y los diversos niveles educativos.




Más noticias


Contenido Patrocinado