Prohibir, es un agravio a la libertad
Practicar el respeto, la tolerancia y la fraternidad hacen grandes al hombre y su entorno.
Los intentos de prohibir las corridas de toros en España y México tiene consecuencias en todo el mundo. Cuando se toca el tema en cuestión varias personas comienzan a criticar contra quienes disfrutan este inefable espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que excitan a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes.
Varias de esas personas no se dan cuenta del maltrato canino que algunos amos dan a sus mascotas, aunque las adopten y les den un lugar en su casa, descuidan los daños a terceros al sacarlos a pasear donde orinan y defecan jardines ajenos. Lo mismo de otros animales que se consumen como cerdos, ovejas, mariscos etc. Sobretodo antes de llegar a degustarlos, les dan un trato más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de defenderse clavándoles un puñal u otra forma de agresión para morir. Por ejemplo las langostas y cangrejos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, con este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan.
Nadie puede negar que la corrida de toros sea una fiesta cruel, como lo señalo en mi libro “El toreo y la lituria, el difícil arte”, que está plagada de ritos y símbolos enraizados en la cultura, tan es así que siempre ha tenido enemigos como el Papa Pío V, prohibió los toros bajo pena de excomunión. El Rey Felipe II consiguió la revocación en 1567 por parte del Papa Sixto V y dijo: “la afición a los toros es costumbre tan antigua en España, que se pude considerar parte de su misma sangre”. El Rey Carlos IV los suprimió en 1805 para toda España y sus colonias. El presidente Benito Juárez los vetó en la Ciudad de México en 1867 y más tarde el Presidente Venustiano Carranza los prohibió en todo el país como una relación con las tradiciones de los gachupines, será motivo político o independencia?.
Quienes quieren prohibir la tauromaquia lo hacen por razones que tienen que ver más con la ideología y la política que con la intención de cuidar a los animales, y no se diga cuando hay proselitismo en campañas electorales.
El toro de lidia existe gracias a la fiesta y sin ella se extinguiría, el toro bravo por su naturaleza embiste y mata, quienes se enfrentan a él en una plaza saben del riesgo que se afronta. Otro ejemplo es cuando en la selva se ponen a construir cabañas afectando el entorno del ecosistema animal y vegetal. Por otra parte el toro de lidia es el animal más cuidado y mejor tratado, basta ir a comprobar las ganaderías de toros bravos.
Pero estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. Creo que sería una gran pérdida para el arte, la tradición y la cultura en la que nacímos los que somos afectos a esta fiesta. La restricción de la libertad que ello implica, la imposición autoritaria en el dominio del gusto y la afición, es algo que socava un fundamento esencial de la vida democrática, el de la libre elección.
La fiesta de los toros en países como España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el sur de Francia, es una antigua tradición profundamente arraigada en la cultura, una señal de identidad que todos los grandes poetas, pintores, artistas lo proclaman a través del arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarraigada de esa manera prepotente y demagógica, por razones políticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrática. Prohibir las corridas es un agravio a la libertad, porque la clave de la felicidad reside en la fuerza mental de la serenidad interior; por tanto practicar el respeto, la tolerancia y la fraternidad hacen grandes al hombre y su entorno.