Más allá de la religión: Ética para todo el mundo

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

La fe de cada ser humano con una creencia debe de impulsar a procurar el bienestar y el beneficio de todos los seres y a extenderlo más allá de su propia tradición.

En un mundo como este, siento, es vital para todos nosotros encontrar un enfoque genuinamente sostenible y universal de la ética, los valores internos y la integridad personal, un enfoque que puede trascender las diferencias religiosas, culturales y raciales con un enfoque universal es lo que yo llamo una Ética secular. Todas las religiones, por lo tanto, hasta cierto punto, basan el cultivo de valores internos y la conciencia ética en algún tipo de comprensión metafísica (es decir, no empíricamente demostrable) del mundo y de la vida después de la muerte. Y así como la doctrina del juicio divino subyace a las enseñanzas éticas en muchas religiones teístas, también lo hace varias doctrinas como el karma y otras religiones no teístas.

Como yo lo veo, la espiritualidad tiene dos dimensiones. La primera dimensión, la del bienestar espiritual básico-por la que me refiero a la fuerza mental y emocional interior y el equilibrio, que no depende de la religión sino que proviene de nuestra naturaleza humana innata como seres con una disposición natural hacia la compasión, amabilidad y cuidando a los demás. La segunda dimensión es lo que puede considerarse espiritualidad basada en la religión, que se adquiere de nuestra crianza y cultura y está ligada a creencias y prácticas particulares. La diferencia entre ambos es algo así como la diferencia entre agua y té.

En este entendimiento, la ética consiste menos en reglas a obedecer que en principios de autorregulación interna para promover aquellos aspectos de nuestra naturaleza que reconocemos como conducentes a nuestro propio bienestar y el de los demás. Si crees en Dios o no, no importa tanto, si crees en Buda o no, no importa tanto; como budista, si crees en la reencarnación o no, no importa tanto. Debes llevar una buena vida. Y una buena vida no significa solo buena comida, buena ropa, buen techo, eso no es suficiente, lo que se necesita es una buena motivación: compasión, sin dogmatismos, sin filosofías complicadas, solo entender que los demás son hermanos y hermanas humanos y respetando sus derechos y dignidad humana.

La fe de cada ser humano con una creencia debe de impulsar a procurar el bienestar y el beneficio de todos los seres y a extenderlo más allá de su propia tradición, tanto a los que profesan otras religiones como a los que no profesan ninguna, lo cual está absolutamente en consonancia con la proposición anterior. Confío plenamente en que es posible y valioso dotarse de un nuevo abordaje laico en aras a gozar de una ética universal. Que todos nosotros, todos los seres humanos, poseemos esa inclinación o predisposición básica hacia lo que percibimos como bueno. En consecuencia, soy de la firme opinión de que tenemos a nuestro alcance la forma y los medios para afianzar los valores internos sin contradecir ninguna religión y, lo que es más esencial, sin tener que recurrir a la religión.

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