El problema es que crees que tienes tiempo…

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

Es necesario la reflexión de que la muerte puede ser una gran maestra y aliada, no solo por la serenidad que produce aceptarla, sino porque nos muestra lo que es verdaderamente importante en la vida.

La correlación con la angustia es evidente, como también lo es la posibilidad de estar sin ella, en un estado de claridad y ecuanimidad. Cuando nos enfrentamos al delicado, momento, ante la inminencia de la muerte. ¿Qué ha pasado dentro de nosotros? Es necesario la reflexión de que la muerte puede ser una gran maestra y aliada, no solo por la serenidad que produce aceptarla, sino porque nos muestra lo que es verdaderamente importante en la vida, y nos desengaña con respecto a quiénes somos.

Esta experiencia me llevó frecuentemente a la reflexión, donde encontré una explicación factible sobre lo que es este delicado momento que muchas veces lo enfrentamos con dolor, tristeza y angustia, y se nos olvida y creemos que tenemos tiempo.

Los budistas consideran que cultivar la aceptación de la muerte es una puerta a la sabiduría y el encuentro con uno mismo, y es algo que se debe practicar con frecuencia. Hay prácticas indirectas y prácticas directas. Una práctica indirecta es la meditación permanente, porque hay dos formas de conocer la muerte: una olvidarse de ella y la otra es enfrentarla con la reflexión continuamente con la cual cultivamos el prestar atención al aquí y ahora, contemplar la impermanencia de todo, y así familiarizarnos con el hecho de que todo pasa y no hay nada a lo que aferrarse. Al meditar, las experiencias sensoriales, afectivas, los pensamientos, los estados mentales, y los impulsos se revelan como fenómenos transitorios que no podemos sujetar. Para notarlo es esencial soltar cualquier expectativa, juicio o deseo.

Por otro lado, una práctica es la forma directa, es aquella en la que contemplas cómo los elementos que te constituyen están en constante transición: los tomas y los devuelves todos los días, hasta que el último día de tu vida entregas lo que queda.

​Las prácticas de contemplación de la impermanencia nos revelan que cuándo nos mantenemos en el momento presente y dejamos de rechazar o aferrarnos a lo que ilusoriamente tomamos como fijo y sólido, ocurren cambios sorprendentes. En primer lugar, nos relajamos. En segundo lugar, descubrimos que gran parte de lo que hemos considerado real, son solo conceptos y generalizaciones, y no verdades. En tercer lugar, cambia la sensación de quienes somos…

​El temor a la muerte se deriva de nuestro desconocimiento de que al morir realmente no hay “nadie” que muera. Lo que sucede es la muerte de la personalidad. Dejar de identificarnos con el personaje que hemos construido resulta difícil de aceptar porque solemos pensar que es lo único que somos, y que además es algo fijo, no sujeto a la impermanencia.​

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