Educación pública y diversidad religiosa

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

La política pública educativa ha entendido la laicidad, como una ausencia meramente formal de la religión en la sociedad y en la escuela.

Actualmente no hay una política pública en el sistema de educación en México, sino una actitud de quitar carácter ante la diversidad religiosa. No hay orientaciones específicas por parte de las autoridades educativas que favorezcan la convivencia pacífica entre las creencias establecidas y registradas ante la SEGOB y los nuevos grupos religiosos.

La política pública educativa ha entendido la laicidad, como una ausencia meramente formal de la religión en la sociedad y en la escuela, una laicidad “por sustracción”, que en ciertas dimensiones de la vida escolar ha sido solamente simulada, es decir una educación sin religión. Es inadecuada la forma de educar frente a las realidades de diversidad que hoy nos caracterizan como sociedad mexicana.

La educación pública en México tiene un marco normativo laico que establece la estricta prohibición de la religión de la educación de los niños y jóvenes. La Constitución establece a la educación pública como laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa.

Asimismo, plantea que el criterio que orientará la educación pública será democrático y contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos.

La orientación laicizante del marco constitucional de 1917 tiene su origen en la pugna por la construcción de un estado moderno, legítimo y soberano frente a la histórica hegemonía católica de este país. A su vez, la escuela pública, como espacio público estatal en tanto espacio gestionado por el Estado, “se convierte en el pilar de laicidad del Estado y ejemplo de la separación entre lo que le corresponde a éste y las opciones religiosas”.

A lo largo de más de un siglo, los efectos de esta normativa obligatoria han sido fundamentales: se ha logrado la proscripción de la injerencia directa de las iglesias en la vida escolar, y la formulación de contenidos ajenos a los dogmatismos religiosos en los libros de texto gratuitos y obligatorios, lo que posibilita en principio la formación de ciudadanos mexicanos que desarrollen su pensamiento libremente dentro de una cultura de derechos iguales para todos.

Roberto Blancarte experto en creencias religiosas nos plantea que en México o en Francia, la solución que se le ha dado, por ejemplo en la escuela pública, es mantenerla libre de toda influencia religiosa y construir en ella una serie de valores comunes universales (democracia, tolerancia, respeto a la diversidad, libertad de conciencia etc.) que permitan a los ciudadanos un ideal común, independientemente de las creencia religiosas o de convicción de cada quien. El respeto a la libertad de conciencia y la inevitable pluralidad de creencias ha conducido entonces a la formación de un espacio público secularizado, en principio ajeno a la influencia de las doctrinas religiosas y basado en una moral pública decidida por la voluntad popular en función del interés público.”

“El que tenga oídos para oir, que oiga”

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