Fuera máscaras

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Desde el inicio de esta crisis sanitaria, hemos notado en nuestros consultorios un deterioro en la salud de la población general. Más allá del descontrol de los padecimientos crónicos en la población adulta y del incremento de las complicaciones y las muertes derivadas de la ausencia y el aplazamiento de la atención médica en este … Leer más

Desde el inicio de esta crisis sanitaria, hemos notado en nuestros consultorios un deterioro en la salud de la población general. Más allá del descontrol de los padecimientos crónicos en la población adulta y del incremento de las complicaciones y las muertes derivadas de la ausencia y el aplazamiento de la atención médica en este grupo de edad, las medidas de contención de la epidemia, especialmente el uso de cubrebocas, han llevado a un aumento de las dificultades en el desarrollo de los niños, lo que deviene en una gran pérdida de oportunidades para ellos: vemos que se les dificulta encontrar en su entorno el apoyo necesario para acceder satisfactoriamente al lenguaje y el aprendizaje.

 

Con más de dos años de epidemia, parece imprescindible aprender a convivir con este virus. Esto significa, entre otras cosas, reconsiderar las ventajas y desventajas de las medidas sanitarias impuestas a los niños.

 

Las sociedades pediátricas del mundo han dejado cada vez más claro que el Covid-19 no es una enfermedad de niños, ya que no se ven afectados por las formas graves de este virus. Por otro lado, el uso de mascarilla, el distanciamiento social, la falta de interacción, el estigma que provoca ansiedad generado por el desalojo de los llamados casos de “contacto” y el estrés relacionado con la situación en su conjunto no son triviales para la salud, el aprendizaje y el aprovechamiento escolar. En vista de la muy fuerte circulación del virus en las escuelas durante la ola de Ómicron en enero-febrero y el mal uso de los cubrebocas por parte de los niños (regularmente sucios, manipulados, húmedos, etc.) debemos preguntarnos sobre el beneficio real de esta medida.

 

Debemos ser conscientes de la extrema importancia del papel de la boca y la cara en el desarrollo del bebé y el niño, pero también de las interacciones entre personas que las “medidas de barrera” y los confinamientos han reducido drásticamente. Todos nosotros debemos alentar a los niños a entrar plenamente en la relación entre sí sin obstáculos, sin máscaras.

 

¡Durante casi dos años, los niños vieron a adultos enmascarados a veces de 8 a 10 horas al día, en la guardería, en la escuela, en todos los lugares públicos de la vida, incluso en sus casas! Se dice que los niños se adaptan… De hecho, lo hacen, pero ¿a qué precio?

 

Durante el período de la primera infancia, es indispensable reconsiderar si el uso de cubrebocas dificulta las condiciones fundamentales para el desarrollo armonioso del bebé. Antes de los 2 años, el niño necesita estar en interacción privilegiada con sus compañeros, pero también con los adultos. Estos últimos son su modelo, su referencia cognitiva y lingüística, su espejo. El bebé también necesita movilizar completamente su cuerpo, inteligencia y propiocepción. Con su mirada, va y viene cada segundo a la boca y los ojos de la persona que habla para coordinar lo que escucha con lo que ve y siente. Así dará sentido a la información que recibe, asimilará los diferentes sonidos del idioma, conocerá cada vez más palabras y construirá el vínculo entre las emociones, las imitaciones y el lenguaje.

 

Para los niños en edad escolar, el uso de una máscara interrumpe la construcción de requisitos para la lectura y el aprendizaje en general. De hecho, disminuye la inteligibilidad del habla, impide la lectura de labios para remediar los ruidos circundantes que dificultan el aprendizaje de los sonidos La máscara da como resultado una percepción menos buena entre el sonido producido y una letra escrita. Los niños que aprenden fonemas ya no pueden sentir que una “p” es como una explosión y ya no pueden ver la diferencia entre la “b” y la “d” en los labios de los maestros. La mascarilla también dificulta la toma de información visual al reducir el campo visual y, para aquellos que usan lentes, al crear niebla. Hay niños que por ellos evitan usar lentes con las consecuencias que ello conlleva.

 

Para los niños es indispensable escuchar bien, ver la boca del adulto e incluso poder tocarle la cara. Por último, es fundamental recordar que, en el niño pequeño, todo está por construirse y que no puede confiar en sus conocimientos para compensar estos obstáculos. Por eso necesita movilizar todos sus sentidos, todas sus herramientas.

 

En base a estas observaciones, reconsideremos el uso de cubrebocas – tanto por adultos como por niños – como un obstáculo para la comunicación. Al generar privaciones sensoriales, coloca al niño en una situación de discapacidad, obligándolo a implementar diversos medios de compensación, en un clima de salud general trastocado por la epidemia.




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