Fuente de aprendizaje vivencial

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Dedicado a mi hermano Francisco Alfonso (Pancho), con singular gratitud A pleno sol de la canícula lo invitó a entrar al chaparral que está detrás del arroyo para buscar una horqueta de gobernadora (Larrea tridentata) o huizache, el hermano menor vio muchas, pero ninguna cumplía con las características adecuadas a juicio del mayor. Debía ser … Leer más

Dedicado a mi hermano Francisco Alfonso

(Pancho), con singular gratitud

A pleno sol de la canícula lo invitó a entrar al chaparral que está detrás del arroyo para buscar una horqueta de gobernadora (Larrea tridentata) o huizache, el hermano menor vio muchas, pero ninguna cumplía con las características adecuadas a juicio del mayor.

Debía ser simétrica y con una curvatura que entre los dos brazos formarse algo parecido a la letra “u”. Como la mayoría no cumplía con esa característica, por formar una “v” chica. Además, la pieza debía tener el mismo grosor.

Sería su primer resortera y la emoción lo ponía contento. Ya tenían una pieza de cuero para la Honda, cortada de un viejo zapato encontrado en el muladar y dos pares de tiras elásticas cortadas de cámara de llanta vehicular, obtenida de los camiones metaleros.

La búsqueda se dificultó por la proliferación de cactus tasajillo y por ir pensando en la elaboración del preciado juguete, cuando menos esperó, una espina clavellina en el huesito sabroso (tobillo) del pie derecho le hizo gritar de dolor, doblarse y arrancar el llanto.

El hermano, conservando la calma despejó el suelo e hizo sentarse, enredó una pequeña piedra en el faldón de la camisa, instruyó a colocar el envoltorio entre los dientes, morder y cerrar los ojos para diluir la intensidad de la dolencia mientras el la retiraba.

Curioso por saber como la quitaría, lo vio tomar una de las horquetas y otro trozo de rama, para acercar al espino en forma de pinza, en un movimiento rápido hizo un triángulo que cerró con la pieza suelta para atrapar el cactus y jaló con fuerza llevándose en la punta el último grito doloroso del pequeño.

Cojeando, pero fortalecido por la acción protectora de su carnal, regresaron a casa y para evitar una amonestación de la preocupada madre, callaron el suceso.

En otra ocasión querían cortar tunas en casa de la tía Cande. Previamente su hermano lo llevó por la parcela del abuelo Pedro, ahí había nopales cuijos y estuvo verificando la maduración del fruto, que de color verde tornó a amarillento, luego matices rojos hasta llegar al intenso morado.

Provistos de un cuchillo pequeño tomado a escondidas de la cocina de mamá, fueron a recolectar las ansiadas tunas cuijas. Ahí aprendió a tomar precauciones para acercarse a las pencas, colocarse de espalda al flujo del viento para barrer las espinas diminutas y luego cortarlas haciendo girar como tornillo. No hubo necesidad de utilizar la herramienta, dada la madurez de la fruta, desprendieron la dermis con las uñas; sintió el sabor agridulce de la pulpa, luego el intenso dulzón del centro, moviendo las semillas entre lengua y paladar para saborear mejor.

Delatados por las manchas color púrpura en boca, encías, yemas de los dedos y camisa, recibieron la reprim4nda materna.

Aprender del hermano mayor es gratificante, con frecuencia permite adquirir seguridad en las acciones a realizar desde los albores de la vida.




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