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Opinión

Experiencia y principios, ingredientes de un buen juez

Experiencia y principios, ingredientes de un buen juez

Opinión José Antonio Rincón

En estos días lo que está en el centro de la discusión es si los jueces deben ser electos por el voto ciudadano.

José Antonio Rincón
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17 de julio 2024

Para una ejemplar magistrada: la maestra Yrene Ramos Dávila.

Con excepciones, el recién salido de la universidad con su título de licenciado en derecho aún humeante, carece de algo esencial: la experiencia humana y la referente a la aplicación del derecho. El conocimiento científico del derecho y la experiencia en su aplicación desde siempre han sido los ingredientes para tener un buen juez. Incluso cuando no había universidades que otorgaran títulos, se privilegiaba la experiencia en las personas para que juzgaran a sus semejantes. La experiencia conlleva la humildad y el conocimiento de lo humano.

Las cartas constitucionales del mundo recogen esos aspectos, porque no olvidemos que el derecho es el sumun de la experiencia humana que se plasma en las normas jurídicas y los jueces deben aplicarlas con sabiduría, valentía y humanidad, mirando siempre por el más débil.

Qué importante sería que se debatiera sobre la justicia, que es por lo que se ha luchado desde toda la vida y ríos de sangre han corrido para alcanzarla, pues el concepto no se reduce a los jueces, sino a todo un sistema político, jurídico y social. Lo demás, como dice el presidente, puede ser politiquería.

En estos días lo que está en el centro de la discusión es si los jueces deben ser electos por el voto ciudadano.

Qué pobre discusión.

En ese debate por un lado el presidente dice que los recién egresados de las universidades sean los jueces de todos los niveles y por el otro su incondicional, la ministra Lenia Batres lo secunda, pero va más allá al arengar a los estudiantes de leyes a olvidarse de la dogmática jurídica. Quizá su idea de arreglar conflictos se reduzca a las groserías que profirió contra su vecina en un video memorable, del que el presidente hizo apología tristemente.

Qué pobres planteamientos que hacen llorar a la justicia, porque desdeñan la experiencia, la ciencia y la vocación.

Todo esto me recuerda un debate que tuvieron en la primera parte del siglo pasado dos grandes juristas: Eduardo Pallares y Oscar Marineu, precisamente sobre la experiencia y los principios. El centro de la discusión era que cada uno sostenía que era más importante un concepto en desdén del otro, pero jamás se plantearon la desaparición de esos conceptos en la aplicación del derecho.

Yo pienso que esos dos aspectos van de la mano.

Quizá el presidente piense que hacer sentencias es de lo más fácil.

En mi andar en la judicatura zacatecana conviví con una magistrada sin igual, la maestra Yrene Ramos Dávila, mujer más que inteligente, brillante. Una delicia leer sus sentencias, sin duda las mejores: redacción clara en asuntos sumamente complejos que revelaban su vasta experiencia y su profundo conocimiento del derecho.

Reconociendo su capacidad, algunos despistados del foro pensaban que le costaba muy poco hacer eso. Lejos estaban en su pensar, porque me consta que invertía días y hasta meses de estudio y entrega total para lograr ese producto de la más alta calidad, que resistía el crisol de los tribunales federales. Por eso siempre fue la mejor.

De que se necesita una reforma al sistema de justicia, sin duda alguna, incluso hasta revisar los requisitos para ser ministro o juez, desterrar el nepotismo, la corrupción y los privilegios insultantes, pero creo que no podrán quitar lo relativo a los principios y a la experiencia.

Y por cierto, la constitución y las leyes no limitan el acceso a los cargos de jueces y ministros a los miembros de la judicatura, pues está abierta a los profesionales que los merezcan precisamente por su experiencia en las distintas ramas de la ciencia jurídica.

La frescura de la juventud no equivale a la experiencia, sino a las ansias de adquirirla en el fogueo de la práctica. Más bien deben abrirse las puertas a los jóvenes que lo merezcan y que no compitan con los familiares y amigos de los altos mandos que deciden.

La constitución está llena de dogmas, es lo que la sostiene y le da vida, entonces no es que los enseñen las universidades. Por tanto, el despropósito de la ministra Batres que enseña o mala fe o ignorancia, o ambas, significa que los estudiantes se olviden de la constitución.

Si supiera la ministra Batres los millones de vidas que en el decurso de la humanidad ha costado subir a las cartas constitucionales dogmas como el debido proceso, la presunción de inocencia, no ser juzgado por el mismo delito dos veces, etc. Para ejemplificar, en la Inglaterra de la edad media el Rey Juan sin Tierra se quedó sin corona y sin vida porque se negaba a reconocer esos derechos y le arrancaron precisamente la carta que los consigna y que irónicamente lleva su nombre. Desde entonces están en todas las cartas constitucionales del mundo de corte capitalista o socialista y han sido materia de estudio no sólo de juristas, sino también de filósofos, sociólogos y politólogos.

Se necesita seriedad en el debate, porque esos despropósitos le faltan el respeto a la ciudadanía, pero sobre todo a la justicia, de la que el pueblo está hambriento y sediento, como ha sido una frase de grandes discursos y sigue vigente.

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