Entendiendo el amor

Ahora que va a empezar febrero,  el mes del amor y la amistad, les mando esta reflexión, de la cual es autor el  P. Fernando Cerero, esperando que les dé una idea de lo que de verdad hay que esperar del amor de los demás. Ningún corazón humano es capaz de darte el amor que … Leer más

Ahora que va a empezar febrero,  el mes del amor y la amistad, les mando esta reflexión, de la cual es autor el  P. Fernando Cerero, esperando que les dé una idea de lo que de verdad hay que esperar del amor de los demás.

Ningún corazón humano es capaz de darte el amor que necesitas. Un corazón herido solo podrá darte la mezcla de amor-dolor. Dos medios corazones no hacen un corazón sino dos corazones a medias.

No esperes demasiado amor de la pobre humanidad. Si te aman bien y si no, recuerda que nadie les obligaba a amarte.

Tarde o temprano todos los amores humanos te quedarán debiendo: padres, hijos, hermanos, amigos, parejas.

Nadie cumplirá nunca tus expectativas, nadie podrá amarte como quisieras.

Si sigues esperando mucho de la pobre humanidad terminarás sumido en el dolor, desilusionado y frustrado. Enojado con todos aquellos de los que esperaste con urgencia el amor. Esposas frustradas porque su esposo no las amó como esperaban o les fue infiel, padres desilusionados de sus hijos porque no les dieron el respeto y cariño que debieran, amigos que terminaron distanciados para siempre por no haber terminado de ser como se esperaba. Novios que nunca tuvieron el amor perfecto de cuento de hadas.

No esperes demasiado de otros corazones como el tuyo.

Al final todos desean como tú  (y a veces sin saberlo) ese otro amor grande y perfecto que sabe a eternidad.  Al final todos  terminan sintiendo la sed insaciable de la que Jesús habló a la Samaritana cuando le dijo “si tú supieras quien te pide de beber tú le dirías ¡dame de esa agua!”.

Sin el amor de Dios los demás amores son agua que se escurre entre las manos mientras intentamos llevarla a nuestra boca.

Si entendiéramos esto habría menos divorcios, menos amistades rotas, menos padres tristes.

Sólo cuando dejamos de exigirle amor al mundo y encontramos la fuente del amor que llevamos dentro dejaremos de pedir amor y enojarnos por no recibirlo porque habremos encontrado en Dios mucho para compartir.

Mereces el amor que intentas darle a los demás.

 

 

 




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